Por Daniel Accornero
“Sin dudas, este ha sido el mejor recital de nuestra historia“, exclamó Piti Fernández con una emoción que inundaba cada rincón del estadio de Ferro. Las palabras del líder de Las Pastillas del Abuelo resonaron en los corazones de los 35 mil fanáticos que se congregaron para ser testigos de una noche inolvidable, donde la música y la pasión se fundieron en un único latido. Habían pasado casi 3 horas y 30 canciones de un espectáculo que fue mucho más que un concierto; fue una experiencia sensorial, un viaje a través de las emociones más profundas y los recuerdos más intensos.
Cada acorde, cada letra, cada gesto de los músicos fue recibido con una ovación ensordecedora por parte del público, que no escatimó en energía para devolver el amor y la pasión que emanaban del escenario. La complicidad, un vínculo único, una conexión que trascendió lo físico y lo tangible para adentrarse en lo más profundo.
FOTOS POR SERGIO ACOSTA-GENTILEZA PRODUCE CRACK
Cientos de jóvenes (y otros que no tanto), ansiosos y expectantes, se juntaron en la Plaza del Ángel Gris, en las esquinas de la avenida Avellaneda, en la previa del show para dar inicio a una fiesta pastillera sin igual. Desde temprano, se podía sentir la electricidad en el aire, alimentada por la emoción que emanaba de cada uno de los presentes. Micros provenientes de distintas localidades llegaban repletos de seguidores, todos con un único motivo: ver otro recital de Las Pastillas del Abuelo.
Con cada minuto que pasaba, la expectativa crecía, alimentada por la certeza de que la noche sería memorable. Los rostros de los jóvenes reflejaban la emoción contenida, la alegría de estar viviendo un momento único junto a sus amigos y seres queridos.
“Piti tiene razón, Piti tiene razón, esto es una fiesta la p… madre que lo parió“, agitó el público cuando habían pasado las 21 y el show aún no daba inicio. Se hizo esperar: poco antes de las 21:30 se apagaron las luces del estadio Estadio Arquitecto Ricardo Etcheverri. Con Piti Fernández en la voz, Bochi Bozzalla y Fernando Vechio en las guitarras, Alejandro Mondelo en los teclados, Santiago Bogosich en el bajo, Juan Comas en la batería y Joel Barbeito en el saxo, la banda estaba lista para ofrecer un espectáculo inolvidable.
Sorprendieron a todos cuando los siete se colocaron en el final de la pasarela para iniciar con “José“, de su disco debut “Por colectora“, del 2005. “Cerveza“, “Locura y realidad“, “Amar y envejecer“ se sucedieron. “Esto recién comienzaaa», lanzó Piti.
La banda se colocó en el lugar habitual tras la sorpresa inicial y se despachó con “Me juego el corazón“, “Donde esconder tantas manos“, “Hasta acá“ , “Fuerza locura y libertad“.
Las cuatro pantallas gigantes y un impactante juego de luces fueron el marco perfecto para la sucesión de temas como “Interpretación“, “Rompecabezas de amor“, “Postura“, “Inercia“.
“¿Qué es Dios?“, el poema de Alberto Sueiro convertido en canción, se erigió como un punto alto del show, un himno pastillero por excelencia. «No olvidemos a Beto Sueiro», lanzó Piti.
“Historias“, “Quién sabe“, “Dulce“, “Sabina y Piazzolla“, “Ama a quien llora por ti“ precedieron a “Loco por volverla a ver“, donde apareció en escena el primer invitado de la noche. Emanuel Noir, vocalista de Ke Personajes, se unió para versionar «Loco por volverla a ver». «Sorpresas te da la vida», indicó Piti.
El segundo invitado fue Benjamín Amadeo, reconocido actor y músico, quien cumplió su sueño de cantar «El Favor». «Escucho a Las Pastillas desde siempre y hoy me toca estar en un escenario con ellos. No me lo voy a olvidar nunca», expresó Amadeo. «Cómo canta el hijo de puta», lo despidió Fernández.
En la recta final del show, cuando ya se había superado la medianoche, el barrio de Caballito fue testigo de “Escaleras“, “Osiris“, “Enano“, “Esperando un puto as“. Y los bises con “Qué pretendo“, “Ojos de dragón“ y “Vuelta de tuerca“.
Desde los acordes iniciales hasta el último suspiro de la melodía, cada nota resonó con intensidad y emoción. La voz de Piti Fernández guió al público, las guitarras de Bochi y Fernando tejieron complejas y hermosas armonías. Acompañados por los envolventes acordes de Alejandro en los teclados, la sólida base rítmica de Santiago en el bajo y Juan en la batería y el saxo de Joel con un toque de sensualidad y profundidad, elevando la experiencia auditiva.
Una noche mágica, un día 20 (número mágico para Las Pastillas), que quedará grabada en la memoria de toda la familia pastillera para siempre.