Con más de 35.000 entradas vendidas, la banda cordobesa coronó este jueves una seguidilla imparable en Buenos Aires. Tres horas de show, invitados de lujo y el anuncio de una bomba para fin de año.
Q’Lokura arrasó por tercera vez en este 2025 en el Movistar Arena. Lo de este jueves 26 de junio fue una fiesta monumental, el punto más alto de una racha demoledora que dejó al cuarteto latiendo fuerte en Buenos Aires. Con Nico Sattler y Chino Herrera al frente, la banda cordobesa ofreció un show maratónico que se extendió por tres horas y culminó 15 minutos después de la medianoche.
La fiesta empezó bien arriba con la energía contagiosa de Lucho Arrieta , que prendió al público con un set potente y dejó todo listo para la celebración principal.
A las 21:16 se escucharon los primeros acordes con “Bailando bachata”. Le siguió “Espejo” y clásicos como “Manos de tijeras”, “No se va” y “Amor de su cama”.
La frescura y potencia de la banda joven De Party sumó en temas como “Me toca a mí” y “Calumnia”. Una mención especial para Yami Safdie, que emocionó al público al interpretar su hit “En otra vida”, entregando una cuota de sensibilidad y potencia.
Dentro del Movistar Arena, el contraste con la ola de frío polar que congelaba el invierno porteño no podía ser más marcado: calor humano desbordante, euforia colectiva, cuerpos en movimiento y corazones latiendo al ritmo electrizante del cuarteto. Entre el público, el campeón del mundo Leandro Paredes bailó y disfrutó desde un palco junto a sus amigos, sumando su presencia a la fiesta popular.
La noche brilló también por sus invitados: Damián Córdoba se adueñó del escenario con dos de sus clásicos «Te pido que la dejes» y «Qué tal». Pepa Brizuela se llevó aplausos sentidos con tres temas que emocionaron a todos, y Fede, de Los Herrera, aportó uno de los momentos más sensibles con la interpretación de “Carita triste”.
Enmarcado por una puesta en escena imponente, el clímax de la noche llegó con la irrupción de La K’onga, que encendió al Movistar Arena con cuatro bombas infalibles: “La última granada”, “El mismo aire”, “La Cabaña” y “Quieren matar al ladrón”. Fue un tramo explosivo, de esos que parecen escritos para el final de un campeonato.
El show también tuvo espacio para el agradecimiento. Nico y Chino hicieron una pausa emotiva para destacar las más de 35 mil entradas vendidas, el esfuerzo de cada persona para asistir y ese lazo inquebrantable que los une con su público, ya sea en Córdoba, Tucumán o Buenos Aires.
La recta final fue un combo imparable con temas como “Onda perdida”, “Qué ironía”, “Fuego y pasión”, “Noche con arte” y “Hombre que te quiera”, coronados con un solo de guitarra incendiario y un estadio que se transformó en una pista de baile gigante.
Para cerrar, ya pasada la medianoche, Nico y Chino se bajaron del escenario y las pantallas mostraron el backstage: ambos se vistieron con camisetas de la Selección Argentina, con los números 13 (día) y 12 (mes), fecha del próximo gran show, que anunciaron sin dar muchos detalles.
Q’Lokura demostró que no solo llena estadios… los transforma. Y antes de despedirse, lo dejaron claro: “Nos vamos por ahora, pero lo que viene para fin de año…va a ser una bomba”.
La banda uruguaya ofreció una función memorable, con 61 músicos en escena y una emotiva fusión de rock y formato orquestal.
No Te Va Gustar volvió al escenario del Movistar Arena en Buenos Aires con una presentación especial, en la que compartió escena con la prestigiosa Orquesta Filarmónica de Medellín (Filarmed). Se trató de una experiencia sinfónica única que había debutado con gran éxito en Medellín, donde ambas formaciones agotaron localidades.
El espectáculo contó con 61 músicos en escena e incluyó versiones sinfónicas de los clásicos más queridos de NTVG, combinando la fuerza del rock latinoamericano con la profundidad del universo orquestal. El público fue testigo de un viaje sonoro cargado de emoción, con arreglos imponentes y una puesta escénica impecable.
Una ovación cerrada recibió este domingo en el Teatro Vorterix a The Amy Winehouse Band, la formación original que acompañó a la legendaria artista británica durante su breve e intensa carrera. El show, liderado por su histórico bajista y director musical Dale Davis, fue mucho más que un concierto: fue una ceremonia íntima y poderosa, un reencuentro con la voz, la música y la sensibilidad de Amy Winehouse, a casi 14 años de su partida.
Desde los primeros acordes de “Know You Now”, la banda marcó el tono de lo que sería una noche de emociones profundas. Bronte Shandé, la vocalista encargada de darle cuerpo a las canciones de Amy, no intentó imitarla: la encarnó con respeto, presencia y talento. Su interpretación fue cálida y honesta, dejando que el alma de Amy se manifestara a través de cada verso.
Con un repertorio cuidadosamente seleccionado, el grupo recorrió los discos Frank, Back to Black y Lioness: Hidden Treasures, en un viaje que combinó energía soul, jazz, funk y desgarro emocional. El bloque inicial —con temas como “October Song”, “Mr. Magic (Through the Smoke)” e “In My Bed”— fue una declaración de principios: este no era un tributo cualquiera, sino la música de Amy tocada por quienes ayudaron a construirla desde el estudio y el escenario.
Entre visuales en pantalla y metraje inédito de la artista, el espectáculo fue ganando en intensidad. El público acompañó con respeto, emoción y cantó en más de una ocasión con la garganta apretada. La sección media del show —“Stronger Than Me”, “You Sent Me Flying”, “Addicted”, “Cupid”— dio paso a los éxitos más conocidos, donde la conexión fue total.
Uno de los momentos más especiales llegó con “He Can Only Hold Her”, introducida con la presentación de cada músico. Allí se lucieron los vientos (con Henry Collins, Dominic Glover, Ben Edwards y los saxofonistas Dave Temple y Frank Walden) y se reforzó lo que ya era evidente: la calidad musical del ensamble es de primer nivel.
El tramo final fue un desfile de hits: “Love Is Just a Losing Game”, “Tears Dry on Their Own”, “Back to Black”, “You Know I’m No Good”, “Me & Mr. Jones”, y por supuesto, “Rehab”, desataron la ovación total. La despedida formal incluyó “You’re Wondering Now” y “Monkey Man”, antes de que la banda regresara para cerrar con una versión inolvidable de “Valerie”, que convirtió a todo el Vorterix en un coro.
The Amy Winehouse Band no solo trajo las canciones de Amy a Buenos Aires: trajo su espíritu, su fragilidad, su genio. Fue una noche de homenaje, pero también de celebración. Porque Amy fue —y sigue siendo— única. Y en shows como este, su voz sigue viva.
La pasión por el heavy metal volvió a encontrar su santuario este sábado en Tecnópolis, Villa Martelli, donde se realizó una nueva edición del Masters of Rock. Más que un simple festival, fue un acto de resistencia cultural, una reafirmación de los códigos, estéticas y sentimientos que mantienen viva a esta comunidad pese al paso de las modas y los dictados de la industria musical.
Desde temprano, la jornada prometía ser maratónica. Con dos escenarios gemelos y una grilla que incluía trece bandas, el arranque fue puntual a las 13:00. La apertura estuvo en manos de nombres locales como Renzo Leali, La Carga, Tándem, Against, y el proyecto tributo Entre el Cielo y el Infierno, formado por exintegrantes de Rata Blanca. También destacaron Horcas, con su metal aguerrido de siempre, y el dúo instrumental On/Off, que encendió los motores para recibir a los artistas internacionales.
Los suecos de Opeth fueron los primeros en salir al ruedo internacional, entregando una dosis precisa de metal progresivo con aires de death metal, en una hora marcada por un sol implacable que bañaba el predio de Tecnópolis.
Más tarde, llegó el turno de Queensrÿche, leyendas de Seattle. Aunque la formación actual mantiene solo dos miembros originales, el vocalista Todd La Torre demostró estar a la altura del mito creado en los ’80 por Geoff Tate. Su set, centrado en los primeros discos y en los álbumes conceptuales Operation: Mindcrime y Empire, ofreció una clase maestra de técnica y emoción, coronada por clásicos como Silent Lucidity.
La emotividad se adueñó del escenario con Savatage. La histórica banda estadounidense, fundada por los hermanos Jon y Criss Oliva, rindió tributo a su legado: aunque Jon no pudo estar presente en vivo por cuestiones de salud, su figura cobró vida en las pantallas, cantando «Believe» junto a sus compañeros y generando uno de los momentos más conmovedores del día.
Ya con la noche desplegando su manto sobre Tecnópolis, Europe tomó el escenario con una propuesta más ligada al hard rock. Pese a haber sido resistidos en los ’80 por los puristas del metal por el fenómeno global de The Final Countdown, los suecos demostraron ser mucho más que un hit de época. Con la formación original intacta, Joey Tempest brilló como un frontman de raza, mientras que el virtuoso John Norum dejó su marca en cada solo de guitarra. El setlist incluyó himnos como Rock the Night, Cherokee, Superstitious (con un guiño a Whitesnake en medio del tema) y la esperada balada Carrie, confirmando que su repertorio sigue vigente y vibrante en vivo.
El plato fuerte llegó de la mano de Judas Priest, quienes tomaron el centro de la escena en Tecnópolis con un set extendido y una actuación demoledora. Detrás de una cortina adornada con frases icónicas del género, Rob Halford, Ian Hill, Scott Travis, Andy Sneap y Richie Faulkner desplegaron pura potencia. Sin respiro, encadenaron clásicos como You’ve Got Another Thing Comin’, Rapid Fire y Breaking the Law, con un Halford en estado de gracia a sus 73 años.
El repertorio recorrió joyas de diez de sus veinte discos, con paradas en himnos como Riding on the Wind, Love Bites, Saints in Hell y Sinner. Antes de interpretar Invincible Shield, Halford repasó casi toda la discografía de la banda, omitiendo solamente los trabajos de la era Tim “Ripper” Owens. El cierre fue a puro golpe de efecto: Electric Eye, Hell Bent for Leather y Living After Midnight, coronando una jornada épica que quedará grabada en la memoria de todos los presentes.
Así, el Masters of Rock 2025 no fue solo una cita con la nostalgia: fue una verdadera celebración de la vigencia, la identidad y el espíritu inmortal del heavy metal.
En el marco del Masters of Rock, que se celebró en Tecnópolis, Europe ofreció una actuación vibrante y emotiva que se destacó como uno de los puntos más altos del festival.
Pasadas las 18:55, la mítica banda sueca subió al escenario ante miles de personas que, a pesar de la fresca jornada otoñal, aportaban su calor y energía. Desde el primer acorde, quedó claro que Europe no venía a cumplir, sino a conquistar una vez más a su fiel público argentino.
El setlist fue un viaje poderoso a través de su historia, combinando clásicos de los años 80 con temas más recientes. Iniciaron con temas como «Carrie» y «Cherokee», desatando una oleada de nostalgia entre los presentes. La intensidad fue en aumento con «Rock the Night» —cuyo video ya circula en redes sociales mostrando a Tecnópolis coreando cada estrofa— y «Superstitious», otro de los infaltables en sus shows.
Europe también se permitió mostrar su evolución, con canciones como «Last Look at Eden» y «Walk the Earth», reflejando la vigencia y madurez de una banda que supo reinventarse sin perder su esencia.
El cierre fue, como no podía ser de otra manera, apoteósico: «The Final Countdown» detonó un estallido de euforia colectiva. Miles de voces se unieron en un canto que cruzó generaciones, en uno de esos momentos que sólo la música en vivo puede regalar.
La voz de Joey Tempest se mantuvo impecable, potente y emotiva, mientras que el resto de la banda —con su solvencia habitual— construyó una pared sonora que hizo vibrar cada rincón del predio.
La espera terminó. Después de años de ausencia, Queensrÿche volvió a pisar suelo argentino y ofreció un show memorable en el Masters of Rock 2025, celebrado el sábado 26 de abril en Tecnópolis.
La banda estadounidense, pionera del metal progresivo de los años 80, subió al escenario pasadas las 16:40, desatando una verdadera celebración entre los fanáticos.
El show fue un viaje intenso por sus discos clásicos. La apertura con «Queen of the Reich» dejó en claro la intención de la banda: rendir homenaje a su era dorada con una ejecución impecable.
A lo largo de aproximadamente una hora, interpretaron gemas como:
«Walk in the Shadows»
«Operation: Mindcrime»
«Breaking the Silence»
«I Don’t Believe in Love»
«Take Hold of the Flame»
«Silent Lucidity» (momento emotivo de la noche)
«Empire»
«Eyes of a Stranger», que cerró su actuación en medio de una ovación ensordecedora.
Aunque esta fue la primera presentación de Queensrÿche en Argentina con Todd La Torre como vocalista —quien reemplaza a Geoff Tate desde 2012—, la esencia de la banda se mantuvo intacta. La Torre sorprendió a todos con su capacidad para alcanzar los registros agudos y dramáticos que caracterizan las composiciones clásicas de la banda, mostrando un respeto absoluto por el legado que ahora encarna.
Las guitarras de Mike Stone y Michael Wilton tejieron las armonías complejas y afiladas que definieron a Queensrÿche desde sus inicios, mientras que Eddie Jackson (bajo) y Casey Grillo (batería) sostuvieron un pulso demoledor, preciso y lleno de matices. La conexión con el público argentino fue inmediata y profunda. Cada coro, cada riff y cada silencio fueron compartidos en una comunión de respeto y admiración mutua.
Queensrÿche demostró que, a pesar de los cambios y del paso del tiempo, sigue siendo una máquina perfectamente aceitada de heavy metal progresivo, capaz de emocionar y de encender a varias generaciones de fans.
El Masters of Rock 2025 vivió un giro inesperado cuando Scorpions debió cancelar su presentación por una laringitis que afectó a Klaus Meine. Pero el vacío no duró mucho: Judas Priest tomó el centro de la escena en Tecnópolis con un set extendido y una actuación demoledora.
Detrás de una cortina adornada con frases icónicas del género, Rob Halford, Ian Hill, Scott Travis, Andy Sneap y Richie Faulkner desplegaron pura potencia. Sin respiro, encadenaron clásicos como You’ve Got Another Thing Comin’, Rapid Fire y Breaking the Law, con un Halford en estado de gracia a sus 73 años.
El repertorio incluyó joyas de diez de sus veinte discos, con paradas en himnos como Riding on the Wind, Love Bites, Saints in Hell y Sinner. Antes de interpretar Invincible Shield, Halford recordó casi toda su discografía, omitiendo solamente los trabajos de la era Tim “Ripper” Owens.
Para el cierre, tres golpes certeros: Electric Eye, Hell Bent for Leather y Living After Midnight, coronando una jornada épica.
Nonpalidece escribió una nueva página dorada en su historia con un show inolvidable en el Movistar Arena, donde presentó su disco Hecho en Jamaica ante más de 12 mil personas y una lista de invitados de lujo.
La emoción y la potencia del vivo se sintieron desde el primer acorde en una noche que coincidió con una noticia que redobla el festejo: el álbum fue nominado a los Premios Gardel como Mejor Disco de Reggae y Mejor Ingeniería de Grabación.
Con un estadio colmado y el calor del público en cada rincón, los invitados fueron subiendo a escena a lo largo de la noche, regalando momentos que ya son parte de la historia del reggae argentino. Raly Barrionuevo se sumó en Nuestras Ideas, David Cairol en Mr. Muzik, Ema Noir (de Ke Personajes) en Grita lo que sientes una versión hermosa de La Flor, mientras que Emi y Denis (de No Te Va Gustar) compartieron En el aire y una potente versión reggae de Verte Reír.
También se destacó la presencia de Brinsley Forde (legendario miembro de Aswad) en Dame Luz, y La Delio Valdez aportó su energía inconfundible en Saber a dónde ir e Inocente.
Como broche de oro, todos los artistas invitados volvieron al escenario para cerrar la noche junto a Nonpalidece con una vibrante versión de One Love, himno universal que selló con emoción una velada mágica.
Con este show, Nonpalidece no solo presentó su nuevo material grabado en Jamaica —la cuna del reggae— sino que reafirmó su lugar como referente indiscutido del género en Latinoamérica, celebrando con su público un logro artístico y profesional sin precedentes.
Joaquín Sabina se despidió este Viernes Santo de los escenarios argentinos con el último de los diez conciertos que ofreció en el Movistar Arena, todos con entradas agotadas, todos con el alma expuesta. Fueron cien mil personas a lo largo de esta serie histórica que formaron parte de su gira final, “Hola y Adiós”, una forma tan sabinera de nombrar lo inevitable con belleza. Pero este décimo y último show tuvo un peso distinto. Fue la última vez. La última canción. El último brindis entre él y la ciudad que siempre lo abrazó.
Y ese amor correspondido tuvo en esta noche su capítulo final. Fue más que un recital: fue un homenaje mutuo, un intercambio de gratitud en forma de versos y ovaciones.
A las 20:11, como en cada una de las fechas, Iván Noble fue el encargado de abrir la jornada. Con luces tenues, guitarra, piano y voz, transformó una vez más el Movistar Arena en un bar melancólico y entrañable. Su set íntimo incluyó Perdido por perdido, Un minuto antes de dejar de quererte, Dame un motivo, Otro jueves cobarde, Bienbenito, Olivia, Sapo de otro pozo y Avanti Morocha , hilvanados con la calidez y el oficio de quien sabe contar historias. Al despedirse, dejó el clima justo para lo que venía. “Fue para mí un honor mayúsculo abrir la fiesta del maestro de la canción cada noche, pero esta es muy especial, porque es la última”, reconoció, visiblemente conmovido. El aplauso que lo despidió no fue solo para él: fue también un primer agradecimiento colectivo, al que todavía le quedaba mucho por decir.
Tras la despedida de Noble, las luces se apagaron y, a las 21 en punto, en las pantallas apareció el videoclip de El último vals, con saludos entrañables de amigos como Serrat, Calamaro, Rot, Leiva y Darín. Fue la antesala perfecta.
Luego, ya sobre el escenario, Joaquín Sabina se dirigió al público con una emoción que no intentó esconder: “Buenas noches Argentina, buenas noches Buenos Aires. Feliz Viernes Santo, felices Pascuas a todos. Todas las cosas llegan, y llegó: la última noche de la gira americana. Diez noches en Buenos Aires. Lo elegimos así porque Buenos Aires no es cualquier lugar para mí. Es una ciudad y una gente que están hechas a la medida de mi corazón. Es el lugar por el que hace casi 40 años empecé en América. Buenos Aires me abrió las puertas, y me las ha ido dejando cada vez más abiertas durante todos estos años. Así que los diez conciertos que acaban hoy han querido ser una celebración. ¿Una celebración de qué? De un milagro. El milagro de que unas canciones escritas en otro continente supieran abrirse camino hasta el corazón de esta ciudad y de sus habitantes. Muchas gracias”. Y así, con esas palabras que calaron hondo, comenzó el último acto de una historia de amor de cuatro décadas.
Y se lanzó al repertorio con Lágrimas de mármol, Lo niego todo, Mentiras piadosas, Ahora y Calle Melancolía. En cada estrofa flotaba la conciencia de que todo eso estaba ocurriendo por última vez.
Antes de interpretar Quién me ha robado el mes de abril , el andaluz se tomó unos minutos para compartir un recuerdo con perfume a nostalgia y gratitud: “En España, en Madrid, donde escribí esta canción hace tanto tiempo, el mes de abril es primavera. Y en Andalucía, en mi tierra, renace todo: el verde, las flores… Por las calles de Sevilla huele a jazmín. Así que yo no quiero que nos roben ese mes de abril. Pero además, quiero dedicar esta canción a gente muy, muy querida, que tuvo mucho que ver en mis comienzos en Buenos Aires. El primero de todos es un maravilloso cantante, más que amigo, un hermano, que se llama Juan Carlos Baglietto. Está por ahí. Y el segundo es también mi querido Tano Belfiore”.
Además de una impactante puesta en escena, con obras de arte deslizándose por las pantallas y luces perfectamente combinadas, Sabina estuvo acompañado por una banda de lujo: Antonio García de Diego (guitarras, teclados y armónica), Jaime Asúa y Borja Montenegro (guitarras), Josemi Sagaste (saxo y percusión), Pedro Barceló (batería), Laura Gómez Palma (bajo) y Mara Barros (coros). Tras presentarlos uno a uno, Joaquín se retiró unos minutos del escenario para dejarlos brillar por cuenta propia, con dos temas de su autoría ejecutados con maestría y sensibilidad.
Como en toda buena despedida, hubo espacio para que la banda brillara sola. Barros conmovió con Y si amanece por fin, Asúa encendió el fuego con Pacto entre caballeros, y el resto demostró la solidez de siempre.
Las visuales acompañaron con belleza cada momento: antiguos videoclips, dibujos del propio Sabina y notables ilustraciones del estudio barcelonés Oyeme, que elevaron la propuesta estética, incluyendo un Peces de ciudad bellamente ilustrado por Ana Juan que se volvió uno de los grandes momentos de la noche.
Cuando Sabina volvió, con camisa de lunares y nuevo sombrero, el ambiente estaba listo para romperse. Donde habita el olvido y Peces de ciudad hicieron llorar.
Antes de cantar Por el bulevar de los sueños rotos, compartió con el público una anécdota cargada de emoción: “El día que conocí a Chavela Vargas en Madrid, ella tocaba en un centro muy pequeño. Después fuimos a pasear y a tomar una copa. Y entonces, ya de noche, me contó que vivía en el fúnebre de los sueños rojos. Yo pensé que me estaba regalando el comienzo de una canción maravillosa. Saqué mi libreta y empecé a escribir. Tuve el lujo, antes de que amaneciera, de poder cantarle a Chavela, mirándola, esa canción”.
Sin embargo y Y sin embargo te quiero alcanzaron uno de los puntos más altos del concierto, gracias a la complicidad artística con Barros. Todo fluyó con naturalidad, con esa mezcla de humor, ternura y oficio que ellos conocen.
Noche de bodas y Y nos dieron las diez simularon un final, pero el público no cayó en la trampa. Sabina regresó con La canción más hermosa del mundo y Tan joven y tan viejo, con la voz firme y la emoción contenida.
Antes del final definitivo, lanzó una frase que arrancó otra ovación interminable: “Sois el mejor público del mundo”.
Y llegó Contigo, con pequeñas variaciones que dijeron mucho. Sabina cantó “yo no quiero París con aguacero, ni Palermo sin ti”, cambiando Palermo por Venecia, y en otro gesto de cercanía, reemplazó a “muchacha de ojos tristes” por “Porteña de ojos tristes” como si la canción pudiera seguir creciendo, mutando, haciéndose nueva cada vez.
Princesa selló el final. Ahora sí, ya no hubo simulacro de despedida: fue de verdad. Un cierre poético, emocional. En los últimos acordes, Sabina se levantó de su silla, alzó la voz y lanzó un “¡Chau Buenos Aires, hasta siempre!”. La imagen final fue la de todos los integrantes de la banda abrazados en el escenario, mientras se sacaban una foto juntos, con las luces del Movistar Arena encendidas y lágrimas visibles en muchos rostros del público. Fue el adiós de un juglar, de un amante de esta ciudad, y de una historia que quedará escrita en cada una de sus canciones.
Kapanga volvió a Capital Federal para celebrar la vuelta del Mono y los 29 años de trayectoria del grupo. Luego de unos meses alejados del público porteño, finalmente llegó el show tan esperado y ansiado por todos sus fans. Fue una noche cargada de emoción, donde por más de 2 horas, la banda ícono del rock nacional, no paró de cantar y disfrutar junto a su público. “Bisabuelo” “El Universal” , «Fumar», «La Crudita» , «Desearía» y “El Mono Relojero” entre otros, formaron parte de un repertorio que hizo latir al Teatro Coliseo de principio a fin. Sin dudas fue una fiesta para todos los asistentes.
Indudablemente, fue una vuelta que emocionó a todos y quedará guardada en la memoria colectiva de sus fanáticos.