Julieta Díaz y Diego Presa presentan sus canciones en formato acústico. Luego de la exitosa presentación oficial de su segundo disco “Río” en el barrio de Palermo, el dúo abre el 2024 con dos shows en formato acústico en el histórico patio de la mítica Casa Ezeiza ubicada en el barrio de San Telmo, donde funciona el CS Cambalache. La cita será los días 16 y 17 de febrero a las 21 en Defensa 1179.
Díaz & Presa estarán presentando las canciones de sus dos discos “El revés de la sombra” (Premio Graffiti en la categoría Mejores Compositores) y “Río” (2023), y nuevas canciones que ya están listas para su próximo trabajo de estudio.
Julieta Díaz (Buenos Aires, 1977) trabaja como actriz e intérprete desde hace más de veinticinco años, habiendo participado en una gran cantidad de películas, series de televisión y obras de teatro.
Diego Presa (Montevideo, 1975) es músico y autor de canciones. Como solista y en colectivo (Buceo Invisible, El Astillero) ha publicado más de una decena de álbumes, desarrollando una carrera consolidada en la escena de la música de Uruguay.
Sobre Club Social Cambalache
Club Social Cambalache se encuentra dentro de la llamada Casa de los Ezeyza, en el corazón del barrio de San Telmo, a una cuadra de Plaza Dorrego, construida en 1876, con estilo de época y una impronta que nos remite al tango que también nacía por esos años.
La propuesta de Cambalache es la de ofrecer shows íntimos, en formato café concert, puertas adentro de este caserón antiguo emblemático del casco histórico de la ciudad de Buenos Aires. A la casa, de noche, sólo ingresan las personas que asisten al espectáculo.
12 de agosto 20:30 hs. Espacio Roseti | Gallo 764 | CABA Tickets
La prestigiosa actriz y cantante argentina Julieta Díaz y el reconocido compositor y cantante uruguayo Diego Presa (Diego Presa, Buceo Invisible, El Astillero) presentan sus canciones a dos voces y guitarra, en vivo en el reconocido Espacio Roseti.
La obra en conjunto de este dúo de voz y guitarra es el resultado de un encuentro de música y poesía que comenzó en forma virtual durante el encierro pandémico de 2020 y que desembocó en su primer disco “El Revés de la Sombra” en 2021 (Bizarro Records) -con el que ganaron el premio Graffiti a Mejores Compositores-, y continuó con visitas a Montevideo y Buenos Aires.
A su primer trabajo se le suma «Río» (2023, también editado por Bizarro), un disco grabado -como el primero- en los dos márgenes del Rio de la Plata. A Julieta Díaz en vocales y Diego Presa en voces, guitarras acústicas, mandolina y producción musical, se sumaron Santiago Peralta en guitarra eléctrica, Ariel Iglesias en batería y percusión, Checo Anselmi en bajo, Juan Ravioli en piano y Christine Brebes en violín, para completar un equipo sólido a las órdenes de las canciones.
Un algo, un alguien, no importa qué, quién, qué azar, qué designio, juntó estas inquietudes. “Una parcería inesperada”, dijo Diego Presa, mitad de este tándem que completa Julieta Díaz.
La pandemia unió a Presa, uruguayo, músico, poeta, cantautor inquieto, con ya casi incontables trabajos como solista o entreverado en Buceo Invisible y El Astillero, con Díaz, argentina, laboriosa actriz de tablas y pantallas chicas y grandes, pero también poeta precoz y permanente. La distancia se hizo proximidad creativa y, cuando quisieron acordar, ahí estaba «El revés de la sombra» (Bizarro, 2021), un EP cálido y poético de coautorías con halo de antesala.
Ahora es tiempo de «Río», un disco grabado en los dos márgenes del Plata y con cómplices de las dos orillas. A Julieta Díaz en vocales y Diego Presa en voces, guitarras acústicas, mandolina y producción musical, se sumaron Santiago Peralta en guitarra eléctrica, Ariel Iglesias en batería y percusión, Checo Anselmi en bajo, Juan Ravioli en piano y Christine Brebes en violín, para completar un equipo sólido a las órdenes de las canciones.
Y es que «Río« es, en tiempos de singles y feats oportunistas, un disco en serio. Una obra que se escucha, se lee, se siente como una unidad, donde el amor, el tiempo y los sueños cruzan las composiciones casi obsesivamente, y eso es una buena noticia. Acaso no hay poesía, no hay canción que atraviese los días que no hable de estos dolores.
En «Río», Presa y Díazjuegan con los géneros, los degeneran y eligen las sonoridades que mejor visten las canciones. Al final, lo que se quiere decir es lo que se quiere decir. Porque, bajo una apariencia de —llamémosle— pop, los diez tracks del álbum pasan por baladas, rocks y blues de allá, milongas de acá, y entroncan en un cauce común, esa costumbre cancionística del Río de Plata, tan lleno defernandocabrera y lilianaherrero como vacío de prejuicio. Y en ese plan, además, las voces a veces se amalgaman y otras discurren antojadizas, como agua, como ríos que se encuentran o como “mar que se ciñe en laguna”.
El disco se abre con “Luz de río”, una milonga densa que abre paso a “Arrancar el día”, medio vaso lleno de frescura pop, y luego “Zamba”, todo dulzura con la noche de fondo.
“Tordo” es el primer sobresalto, un rock’n’roll sin frenos volando sobre una autopista vacía, y una canción que tiene lo que necesita un clásico: riff y melodía, una letra para aprender de memoria y un estribillo hecho de cuchillos.
Para “Serpiente en vuelo”, el traje es de blues árido y épico de coros fantasmales, y un aura al “The end” de los Doors, y no solo por el inevitable reptil, y “Desafina”, con sus arreglos austeros, suena más que a canción a poema musicalizado, que no es lo mismo, y no es un demérito.
“La luz que me esperaba”, en cambio, conecta con el espíritu optimista de “Arrancar el día”, y podría haber sido firmada por Buck/Merchant a fines de los 80. Para el cierre, “tiempo de usar palabras sagradas”, la darnachaunsniana “Serás peligrosa” es una invitación y un desafío.
Pero hay más en «Río». Hay dos versiones, dos nuevas lecturas del cancionero rioplatense. La más cercana en el almanaque, “Volver a volver”, de Gabo Ferro es, sin dudas, menos lúgubre que el registro original, y la frase “hace tanto frío que no puedo más que arder” suena, en la voz de Díaz, luminosa como un malvón de baldío. La otra es “La canción quiere”, firmada urgentemente por Alfredo Zitarrosa en 1972. Ahora, rabiosamente alhajada y en la garganta de Presa, es un pájaro en llamas que enciende al resto de las canciones del disco.
Como en el de Heráclito, nadie sale el mismo de este río. Aquí, las canciones se abren camino a punta de incómoda elegancia para buscar otros horizontes, nuevos o viejos, qué más da, fuera del mapa de la complacencia. En horas de barro y turbulencia, «Río»milita —e invita a militar— por la belleza.