
La música brasileña amaneció de luto tras la muerte de Jards Macalé, una de las voces más singulares y audaces de la cultura nacional. El artista falleció ayer en Río de Janeiro, a los 82 años, cerrando una trayectoria que abarcó más de seis décadas y lo convirtió en símbolo de irreverencia, libertad creativa y profunda sensibilidad estética.
Conocido por su aporte esencial a la Música Popular Brasileña (MPB), Macalé se transformó en una figura irreemplazable desde los años 60, período en el que empezó a desplegar un talento que lo llevó a cruzarse con algunos de los nombres más influyentes de la escena musical.
Macalé, un artista sin concesiones
Detrás del nombre artístico se encontraba Jards Anet da Silva, creador incansable que nunca aceptó moldes. A lo largo de su carrera se desempeñó como compositor, cantante, guitarrista, arreglador y también actor, siempre guiado por una búsqueda estética que priorizaba la autenticidad y la experimentación.

Fue protagonista de movimientos de vanguardia y colaboró estrechamente con referentes como Caetano Veloso, Gal Costa y Gilberto Gil, con quienes compartió no sólo escenarios, sino también proyectos que ayudarían a redefinir los rumbos de la música brasileña.
Un disco de culto y la consagración definitiva
Entre los momentos determinantes de su obra aparece el emblemático álbum Jards Macalé (1972), considerado un verdadero manifiesto artístico de la contracultura. Allí nacieron canciones como “Vapor Barato” y “Movimento dos Barcos”, que con el tiempo se transformarían en clásicos del repertorio nacional.
Su estilo, una mezcla de samba, jazz, poesía urbana y experimentación sonora, consolidó una marca personal que lo distinguió en el universo musical y lo ubicó como un artista comprometido con una mirada crítica de la realidad.
El último adiós y un mensaje cargado de emoción
La confirmación pública de su fallecimiento llegó a través de sus redes oficiales, donde se publicó un mensaje conmovedor: “Jards Macalé nos ha dejado hoy. Se despertó de la cirugía cantando ‘My Name is Gal’ con toda la energía y buen humor que siempre tuvo. Cante, canta, canta. Así es como siempre recordaremos a nuestro maestro, maestro y faro de libertad. Gracias de antemano por el cariño, amor y admiración de todos”.

El velorio se realiza este martes en el Palacio Gustavo Capanema, en Río de Janeiro, mientras que el entierro tendrá lugar en el Cementerio Bautista de São João. En las redes también se difundió una frase del músico que resume su filosofía artística: “En la suma de todas las cosas, lo que queda es arte / Ya no quiero estar a la moda, quiero ser eterno”.
Una influencia internacional que trascendió generaciones
Además de su obra en solitario, Macalé dejó una huella profunda como arreglador y colaborador. Participó en discos históricos de Gal Costa —como Gal Costa (1969) y Le-Gal (1970)— y fue responsable de la dirección musical de la obra teatral Gal a Todo Vapor. También incursionó en el cine, componiendo para películas que hoy son referentes dentro del Séptimo Arte brasileño.

Su voz áspera y su forma visceral de interpretar lo llevaron a transformar cada presentación en una experiencia intensa. En pleno periodo de dictadura militar y luego en los años de redemocratización, su música funcionó como vehículo de cuestionamiento, resistencia y reflexión.
Entre sus composiciones más recordadas están “Mal Secreto” y “Hotel das Estrelas”, piezas que encarnan su mirada crítica y poética sobre el país.
Un legado que no deja de crecer
Macalé no sólo dejó un catálogo valioso, sino también una influencia que sigue viva en músicos de distintas generaciones. Obras como O Q Faço é Música (1997) y Besta Fera (2019) continúan inspirando a artistas que lo consideran faro de creatividad y coherencia estética.
El impacto de su muerte provocó numerosas reacciones en redes sociales y en la prensa brasileña. Actores culturales, músicos de la MPB, referentes políticos y admiradores de todas las edades destacaron su espíritu inconformista y su constante búsqueda “de nuevos sonidos y palabras”.
La partida de Jards Macalé marca el final de una era, pero su obra permanece como testimonio de que la música puede ser, a la vez, libertad, resistencia y belleza.







