
La pasión por el heavy metal volvió a encontrar su santuario este sábado en Tecnópolis, Villa Martelli, donde se realizó una nueva edición del Masters of Rock. Más que un simple festival, fue un acto de resistencia cultural, una reafirmación de los códigos, estéticas y sentimientos que mantienen viva a esta comunidad pese al paso de las modas y los dictados de la industria musical.
Desde temprano, la jornada prometía ser maratónica. Con dos escenarios gemelos y una grilla que incluía trece bandas, el arranque fue puntual a las 13:00. La apertura estuvo en manos de nombres locales como Renzo Leali, La Carga, Tándem, Against, y el proyecto tributo Entre el Cielo y el Infierno, formado por exintegrantes de Rata Blanca. También destacaron Horcas, con su metal aguerrido de siempre, y el dúo instrumental On/Off, que encendió los motores para recibir a los artistas internacionales.
Los suecos de Opeth fueron los primeros en salir al ruedo internacional, entregando una dosis precisa de metal progresivo con aires de death metal, en una hora marcada por un sol implacable que bañaba el predio de Tecnópolis.
Más tarde, llegó el turno de Queensrÿche, leyendas de Seattle. Aunque la formación actual mantiene solo dos miembros originales, el vocalista Todd La Torre demostró estar a la altura del mito creado en los ’80 por Geoff Tate. Su set, centrado en los primeros discos y en los álbumes conceptuales Operation: Mindcrime y Empire, ofreció una clase maestra de técnica y emoción, coronada por clásicos como Silent Lucidity.
La emotividad se adueñó del escenario con Savatage. La histórica banda estadounidense, fundada por los hermanos Jon y Criss Oliva, rindió tributo a su legado: aunque Jon no pudo estar presente en vivo por cuestiones de salud, su figura cobró vida en las pantallas, cantando «Believe» junto a sus compañeros y generando uno de los momentos más conmovedores del día.
Ya con la noche desplegando su manto sobre Tecnópolis, Europe tomó el escenario con una propuesta más ligada al hard rock. Pese a haber sido resistidos en los ’80 por los puristas del metal por el fenómeno global de The Final Countdown, los suecos demostraron ser mucho más que un hit de época. Con la formación original intacta, Joey Tempest brilló como un frontman de raza, mientras que el virtuoso John Norum dejó su marca en cada solo de guitarra. El setlist incluyó himnos como Rock the Night, Cherokee, Superstitious (con un guiño a Whitesnake en medio del tema) y la esperada balada Carrie, confirmando que su repertorio sigue vigente y vibrante en vivo.
El plato fuerte llegó de la mano de Judas Priest, quienes tomaron el centro de la escena en Tecnópolis con un set extendido y una actuación demoledora. Detrás de una cortina adornada con frases icónicas del género, Rob Halford, Ian Hill, Scott Travis, Andy Sneap y Richie Faulkner desplegaron pura potencia. Sin respiro, encadenaron clásicos como You’ve Got Another Thing Comin’, Rapid Fire y Breaking the Law, con un Halford en estado de gracia a sus 73 años.
El repertorio recorrió joyas de diez de sus veinte discos, con paradas en himnos como Riding on the Wind, Love Bites, Saints in Hell y Sinner. Antes de interpretar Invincible Shield, Halford repasó casi toda la discografía de la banda, omitiendo solamente los trabajos de la era Tim “Ripper” Owens.
El cierre fue a puro golpe de efecto: Electric Eye, Hell Bent for Leather y Living After Midnight, coronando una jornada épica que quedará grabada en la memoria de todos los presentes.
Así, el Masters of Rock 2025 no fue solo una cita con la nostalgia: fue una verdadera celebración de la vigencia, la identidad y el espíritu inmortal del heavy metal.




































































































