Ariel Fainck no puede señalar un momento exacto en el que decidió cantar. Para él, la música siempre estuvo ahí, como algo natural, cotidiano y casi inevitable. Ya en la primaria se subía a los actos, formó parte de un pequeño coro escolar y encontraba en la soledad el espacio más sincero para explorar su voz. Ese vínculo inicial, casi intuitivo, terminó por afianzarse cuando, durante un evento de la comunidad judía, se subió por primera vez solo a un escenario. Lo que sucedió después fue una mezcla de sorpresa, emoción y certeza: el público lo felicitó, lo elogió y le mostró que ese camino podía ser algo más que un hobby. A partir de allí comenzó a estudiar canto con disciplina y constancia, dedicándose a la técnica y al entrenamiento diario.
Su recorrido musical fue variado desde el principio: en la niñez lo atrapó el rap español; más adelante llegaron Arjona, Luis Miguel, Bisbal y Fonsi; después el reggaetón y el pop urbano; y, a medida que crecía, aparecieron también el tango, la ópera, ópera rock el rock nacional e internacional. Esa diversidad terminó por construir un criterio claro: cuando canta a capela, el género deja de importar. Lo que manda es la voz.
En ese contexto se entiende por qué su primer lanzamiento oficial fue una nueva versión de “El centro de mi corazón”, la canción compuesta por el argentino Alejandro Vezzani e interpretada por Chayanne hace más de tres décadas. Fue su productor, Darío, quien se la mostró convencido de que podía encontrar allí un puente perfecto con la esencia de Ariel. Y él lo sintió así desde el primer segundo.
—¿Por qué elegiste “El centro de mi corazón” como carta de presentación?
—Porque es mi zona de confort emocional. Yo crecí escuchando baladistas, desde Arjona hasta Chayanne. Cuando Darío me la mostró sentí que era una canción adelantada a su época. Es vieja, sí, pero suena actual. Y la letra es preciosa. Cuando la escuché por primera vez dije: “Es esta”. Había otras opciones, pero esa me ganó a mí.
La devolución del propio Vezzani fue uno de los momentos más fuertes del proceso.
—¿Qué te dijo Vezzani cuando escuchó tu interpretación?
—Primero, que le gustó. Después, que pude transmitir lo que él quiso transmitir. Era mi mayor duda: si podía hacer sentir lo que el compositor sintió. Que él me diga que sí fue un alivio enorme y una satisfacción.
—¿Qué te devolvió la gente después del lanzamiento?
—Mucho cariño. De la familia y del público. Algunos me decían: “La escuchaba cuando era joven y me emocionó volver a oírla”. Y otros, más chicos, directamente no sabían que existía. Eso estuvo buenísimo. Lo que más destaco es que no hubo hate. En redes hoy es fácil insultar, pero yo recibí apoyo y elogios. Es muy motivador.
Más allá del éxito del primer single, Ariel Fainck no siente que deba limitarse a covers ni que deba apurarse a mostrar canciones propias.
—¿Qué viene ahora? ¿Más covers, temas originales, composiciones tuyas?
—Depende de la canción. No elijo por si es cover, si es mía o si es de otro compositor. Elijo si siento que la canción me queda, si puedo expresarla, si puedo transmitir al público lo que quiere decir. Yo compongo, pero todavía no publico nada porque soy muy crítico. Igual no descarto que en algún momento haya un tema propio.
La conversación sobre la composición deriva, inevitablemente, en los miedos propios de cada artista. Y mientras ese proceso avanza, su mirada está puesta también en el vivo. Hasta ahora, Ariel se conectó con su público a través de plataformas y redes sociales, pero el escenario empieza a convertirse en un deseo cada vez más fuerte.
—¿Cómo proyectás tu carrera? ¿Te imaginás pronto en vivo?
—Sí. Tengo muchas ganas. La presentación en vivo es otra experiencia. Me encanta que la gente escuche la canción en su intimidad, solos, en su momento personal. Pero también quiero sentir ese ida y vuelta del escenario, la energía de la gente. Son dos formas distintas de conectar y las dos son necesarias. Mi sueño es llegar a la mayor cantidad de personas posible. Buenos Aires, toda Argentina, Sudamérica… donde sea.
Ariel piensa su futuro con un norte claro: ser un puente emocional. Se define como un intérprete que traduce el sentir de los compositores y lo entrega al público para que cada persona pueda encontrarse con su propia sensibilidad. Por eso, su ambición no es solo profesional: también tiene un costado humano. “Mientras haya una persona que no me escuchó y a la que yo pueda acompañar con una canción, siento que mi trabajo no está terminado”, dice.
Con un single publicado y un horizonte que se abre con fuerza, Ariel Fainck emerge como una de esas voces nuevas capaces de combinar honestidad, técnica y emoción. “El centro de mi corazón” fue apenas el primer paso. Lo que viene —covers, originales o composiciones propias— promete un crecimiento tan sincero como su manera de cantar.
Con nuevo single, un disco en camino y un show en vivo, la banda reafirma su esencia: energía, verdad y resistencia desde el rock.
Por Daniel Accornero
Entre el ruido de una ciudad que a veces prefiere callar, Viejo Furgónelige gritar. El trío, nacido entre amigos del barrio y la secundaria, vuelve a la carga con “Ya No Calles”, el primer adelanto de su próximo disco “Reloj Espiritual”, y se prepara para presentarlo en vivo el domingo 16 de noviembre a las 19 horas en Liverpool Bar (Cabrera 4255, Palermo).
El tema no solo marca una nueva etapa musical: es también una declaración de principios.
El mensaje detrás de “Ya No Calles”
—¿Qué los llevó a elegir ese mensaje como carta de presentación del disco?
Sentimos que esta canción resume lo que queremos transmitir con el disco, la necesidad de decir lo que uno siente. Venimos de un momento donde muchos se callan por miedo, por cansancio, recordándonos que la verdad, aunque duela, libera, que no hay que dejar de alzar la voz. Es una canción que busca romper con la indiferencia, con ese silencio que a veces se vuelve cómplice. Queremos que el disco empiece con un grito: “un grito jamás detenido”, como dice otra canción del disco.
—En tiempos donde algunos prefieren “no meterse”, ustedes apuestan a un tema que habla de expresión y resistencia. ¿Qué sienten que ya no se puede callar hoy?
Como te decía un poco antes, sentimos que ya no se puede callar la indiferencia. No se puede seguir mirando para otro lado cuando vemos injusticias, cuando la gente se apaga o se acostumbra al dolor, o mismo nosotros mismos. Tampoco se puede callar lo que uno siente: creemos que la música es justamente el espacio donde todo eso tiene que salir, aunque incomode. Queremos que callar ya no sea una opción.
Un sonido con alma noventosa
El rock alternativo argentino vive un momento de reinvención, y Viejo Furgón se planta desde la honestidad, con una propuesta que combina lo mejor del espíritu noventoso con la energía del presente.
—¿Qué influencias musicales fueron clave para lograr ese equilibrio?
Crecimos escuchando mucho rock de los 90, bandas que tenían algo crudo y real, sin tanto filtro. Pero al mismo tiempo, necesitábamos que el sonido suene más moderno, sin que pierda esa energía noventosa. Buscamos ese punto medio: mantener la esencia del rock clásico, pero con una producción y una actitud más contemporánea.
—En el videoclip se los ve tocando en vivo, sin artificios. ¿Buscan transmitir la misma crudeza del escenario en el estudio?
Sí, tanto en el estudio al momento de grabar como en los escenarios, podemos tener condimentos de algunos instrumentos extras, pero tratando de no perder la esencia del trío.
La experiencia BAF Estudios y el espíritu de “Reloj Espiritual”
—¿Cómo fue el proceso de grabación en BAF Estudios? ¿Qué recuerdan de esas sesiones?
El proceso fue totalmente crudo, en vivo. Conectamos, click, y dos tocadas del tema para obtener dos registros fílmicos, y poder jugar un poco con la edición. Y después asado y vino (risas).
—El disco “Reloj Espiritual” suena como un concepto profundo. ¿Qué significa ese título para ustedes y qué pueden anticipar?
“Reloj Espiritual” nació de la idea de que el tiempo no solo corre afuera, sino también adentro. Habla de ese proceso de despertar, de animarse a mirar lo que uno siente. Cada canción marca una etapa, una hora distinta dentro de ese reloj interno. Es un disco que mezcla introspección y energía, con el deseo de que cada persona encuentre su propio tiempo para cambiar, para decir, para sanar. Las agujas del reloj avanzan hacia adelante, no podemos avanzar hacia atrás.
Del barrio al escenario: la esencia intacta
—Viejo Furgón nació entre amigos del barrio y la secundaria. ¿Qué cambió y qué se mantiene igual desde aquellos primeros ensayos?
Cambió mucho la madurez, la forma en que entendemos la música, la forma de componer, hoy pensamos más las canciones, cuidamos los detalles, entendemos mejor hacia dónde queremos ir. Pero algo que se mantiene igual es la esencia: seguimos siendo esos amigos que se juntan a tocar porque lo necesitan, porque en ese ruido encontramos sentido.
Esa energía es la que promete copar el Liverpool Bar el próximo domingo 16 de noviembre a las 19 h, donde presentarán nuevas canciones junto a clásicos de su repertorio.
— ¿Qué puede esperar el público de ese show?
Un show bien arriba, con mucha energía, con canciones que ya vieron la luz como algunas que todavía no, con una propuesta tanto musical como visual.
Una voz dentro del nuevo rock alternativo
—En un panorama donde el rock alternativo busca nuevos espacios, ¿cómo sienten que se posiciona Viejo Furgón dentro de la escena actual?
El rock alternativo está mutando, buscando nuevas formas de expresarse, y nosotros también. Viejo Furgón se planta desde la honestidad, sin querer seguir modas. Nos interesa más conectar que encajar. Si eso ayuda a abrir nuevos espacios dentro de la escena, mejor todavía. Creemos que hoy el rock tiene la oportunidad de reinventarse, de volver a conectar con lo humano, queremos sumar una voz sincera a este momento del rock.
El espíritu de Viejo Furgón
—Y para cerrar: si tuvieran que definir el espíritu de Viejo Furgón en una sola frase, ¿cuál sería?
No importa el tiempo, pero ir siempre hacia adelante, nunca hacia atrás.
El músico y escritor rosarino Cristián David Castro, conocido artísticamente como Kaztroh, presenta Nacido en rojo y crecido en bordeaux, una obra conceptual que une música, literatura y cine. En esta entrevista, repasa su recorrido por el under, el proceso creativo, el vínculo con el público y el sentido de construir arte en tiempos donde todo parece fugaz.
Por Daniel Accornero
Rosario late distinto cuando el arte se hace sin fórmulas. En esa escena diversa, entre bares, teatros y salas autogestionadas, Kaztroh forjó su identidad. Músico, escritor y performer, lleva casi dos décadas transitando el circuito independiente. Estudió bajo, guitarra, saxo tenor y canto, herramientas que moldearon una mirada musical amplia y artesanal.
En Nacido en rojo y crecido en bordeaux, su nuevo proyecto, se mezclan esas trayectorias. Es un disco, sí, pero también un libro y un cortometraje: una trilogía emocional donde el sonido, la palabra y la imagen confluyen. El resultado es un manifiesto artístico sobre el deseo, la memoria y la transformación.
“Lo que empezó como un disco terminó siendo una historia —cuenta—. Una especie de universo propio. No quería hacer algo más para Spotify: quería hacer algo que quedara, que tenga alma”.
“Quería grabar con Ale Vázquez, un productor al que admiré toda la vida. Cuando me dijo que sí, armó un equipo con músicos que fueron referentes para mí: Corvata (Carajo), Andy Villanova, Guillermo Vadalá… Fue un sueño. Pero en ese proceso me di cuenta de que lo que estaba escribiendo tenía un hilo narrativo, un personaje. No era solo música. Era una historia completa. Y ahí nació la idea de hacer una obra conceptual de siete canciones, con libro y cortometraje incluidos”.
El personaje —Neryceb— encarna un viaje de redención, una metáfora del ser humano que intenta reconciliarse con su propio caos. “Neryceb es una especie de alter ego, una parte mía y una parte de todos. Tiene luz y tiene sombra. Lo que vive él, lo vivimos todos: la búsqueda, la caída, la reconstrucción”.
El arte como refugio físico y emocional
Kaztroh habla del arte como quien habla de un hogar. “Yo vengo de una época donde uno esperaba el disco, lo abría, leía los créditos, olía el librito. Ese ritual se perdió. Hoy todo es rápido, líquido, inmediato. Yo quise ir a contramano de eso: hacer algo físico, tangible, que se escuche y se lea con tiempo”.
El concepto de tiempo aparece constantemente en su discurso. No solo como proceso creativo, sino como postura ante el mundo. “Vivimos en la era del zapping emocional —dice—. No podés construir profundidad si todo tiene que durar quince segundos. Nacido en rojo y crecido en bordeaux es una resistencia a eso. Es una invitación a frenar y escuchar”.
¿Cómo fue el proceso compositivo y de grabación?
“Muy distinto a lo que venía haciendo. Esta vez no arranqué con la guitarra o con el piano, sino con la voz. Grababa ideas, frases, melodías, y las iba puliendo. Después vino el trabajo colectivo en el estudio, donde la energía fue increíble. Estuvimos cinco días encerrados de diez de la mañana a diez de la noche. Ale (Vázquez) llevó todo a un nivel impresionante. Cada músico aportó algo único. Hubo lágrimas, risas, silencios… y mucha entrega.”
El resultado es un sonido híbrido: rock, hip hop, tango y folclore, unidos por un hilo poético. La producción, cuidada al detalle, logra equilibrio entre fuerza y melancolía. “Hay canciones que nacen como puñetazos y otras como susurros. Me gusta ese contraste. El rojo es la pasión; el bordeaux, la madurez. Esas son mis dos caras”, indica Kaztroh.
Del escenario al cine: una experiencia sensorial
El proyecto también incluye un cortometraje, dirigido por el propio Kaztroh junto a un equipo audiovisual rosarino. En él, el artista interpreta a Neryceb, su personaje.
“Actuar fue un desafío enorme. En el rodaje entendí que no estaba interpretando a otro, sino que me estaba mirando a mí mismo. Fue sanador. Me reconcilié con cosas que no había terminado de entender».
El resultado es una pieza visual potente, que dialoga con la música desde lo simbólico.
“La idea no era hacer videoclips sueltos, sino una historia que complemente la obra. Cada canción es un capítulo y cada imagen es un recuerdo”.
¿Cómo será el show de presentación?
“El 31 de octubre en Refi (Rosario) vamos a hacer una puesta con fuerte carga audiovisual. No quiero un recital tradicional: quiero una experiencia. Hay visuales, proyecciones, performance, teatro. Me interesa que el público sienta que entra a un mundo, no a un concierto. Que viva la historia conmigo”.
Kaztroh sonríe cuando lo dice. Tiene el entusiasmo de quien vuelve a creer en la magia del escenario. “Después de tanto tiempo tocando en bares, sentir que algo propio toma forma es impagable. Este proyecto me dio un propósito”.
Redes, comunidad y escucha
En tiempos donde el algoritmo parece decidir qué vale y qué no, Kaztroh apuesta por el vínculo humano. “El feedback con la gente me sorprende. Algunos se me acercan después de los shows a contarme que encontraron alivio en una letra o en un video. Me escriben pibes que me dicen: ‘Che, loco, me sentí menos solo escuchando eso’. Ahí entendés que el arte no es ego ni vanidad: es conexión”.
También confiesa que no le teme a la crítica. “El arte no tiene que gustar siempre. Tiene que movilizar. Si deja indiferente, no sirve. Prefiero incomodar a que me olviden”.
Aprendizaje y evolución
Kaztroh reconoce que su relación con las nuevas generaciones de músicos lo transformó. “Antes uno se creía que lo sabía todo. Hoy aprendo de los pibes. Hay una apertura tremenda, una colaboración que antes no existía. Lo que antes era competencia hoy es comunidad. Me nutrí mucho de eso”.
Su mirada es generacional, pero también filosófica. “En el arte no hay edades, hay procesos. Cada uno llega cuando tiene que llegar. Yo recién ahora siento que encontré mi voz, y eso no me da vergüenza decirlo”.
Epílogo: el refugio y la bandera
¿Cómo describirías este momento de tu carrera?
Como un renacimiento. Este disco fue un reseteo. Cerré una etapa de búsqueda y abrí otra de certeza. Encontré mi voz y mi propósito. Por eso digo que planté bandera.
¿Cómo te gustaría que se recuerde a Kaztroh dentro de unos años?
Como un refugio. No como un artista de moda ni como un personaje. Quiero que Kaztroh sea un espacio donde el arte y la gente se abracen. Si eso sobrevive, ya está.
El cantante Ricardo Belfi presenta su primer trabajo discográfico, una serie de tangos elegidos desde la memoria y el corazón. A los 68 años, tras una vida en el comercio exterior, decidió profesionalizar su pasión por la música. En diálogo con Pogo de Rock, habla de su infancia tanguera, el impulso de su hija, la importancia de la comunidad y el legado emocional de animarse a empezar.
Por Daniel Accornero
A los 68 años, Ricardo Belfino busca fama ni escenarios multitudinarios: busca emoción. Tras jubilarse, se mudó a Exaltación de la Cruz y, por impulso de su hija, se anotó en un taller municipal de canto. Lo que comenzó como un pasatiempo, terminó abriéndole la puerta a una nueva vida: clases, grabaciones, un primer EP (Nunca es tarde) y, sobre todo, una comunidad.
—¿Cómo fue ese primer paso, ese clic para animarte? “La primera decisión la tomé por un flyer que me mandó mi hija. Me dijo: ‘¿Por qué no te anotás, papá?’. Yo acababa de jubilarme y tenía tiempo. Me encantó el taller, me encantó la gente. Fue una manera de socializar, de sentirme parte. Después empecé a buscar una profesora, encontré a Macu Spinelli en Pilar y ella fue quien me impulsó a grabar. Me dijo: ‘Hacelo, grabá, que nunca sabés lo que puede pasar’. Y así fue”.
Ese “así fue” resume una historia de decisiones tomadas con intuición. Su segundo EP, que se llamará Haciéndome el destino, tiene un título que condensa su filosofía. “Todo lo que hice en mi vida lo decidí solo —cuenta—. Me crié con mi mamá desde los 16 años, cuando perdí a mi papá. Y fui haciéndome el destino con lo que tenía, a veces bien, a veces mal, pero siempre con decisión”.
El tango como herencia
Hijo de un padre tanguero —“fanático de Morán y Marino”—, Ricardo creció entre bandoneones, guitarras y reuniones familiares en las que todos cantaban. Esa raíz se volvió brújula.
—¿Cómo elegiste los tangos que grabaste? “Cada tema lo elegí porque me llegaba. Algunos por lo que significaban para mi viejo, otros porque me marcaron en la infancia. Pasional, por ejemplo, porque él era fanático de Morán. Vieja Viola porque escuchábamos a Marino todo el tiempo. Cada canción tiene algo de mi historia. El tango tiene eso: en algún momento de la vida, alguna letra te atraviesa”.
En su casa siempre hubo música y voces. “Mi familia era italiana, numerosa, todos tocaban algo. De chico escuché miles de tangos, y aunque después la vida me llevó por otros caminos, eso quedó adentro. El tango es memoria viva”.
La vocación tardía y el legado
Belfi habla con serenidad, como quien ya no mide los sueños por resultados. “Lo hice como un regalo para mí —dice—. No buscaba vivir de esto ni hacer carrera. Quería dejar algo para mis hijos, una enseñanza: que los sueños no tienen fecha de vencimiento”.
—¿Qué te dicen tus hijos al verte cantar profesionalmente? “Están felices. Me acompañan a todos lados. Y además sigo en el taller, donde con un grupo de compañeros —los Cantantes Solidarios— vamos a cantar a geriátricos, hospitales y colegios. Eso te llena el alma. Salís más feliz que la gente a la que fuiste a alegrar. Es impresionante”.
Su historia inspira no solo por lo artístico, sino por el sentido de comunidad que transmite. “Nadie se salva solo —dice—. Si no hacés las cosas en comunidad, no existe. Yo recibí mucho y sentí que tenía que devolver algo. Cantar para los demás es mi manera de agradecer”.
El tango, entre técnica y emoción
Formado con paciencia y respeto por el género, Belfi estudió técnica vocal con Spinelli y tomó cursos de historia del tango e interpretación con Patricia Barone.
—¿Te resultó difícil incorporar la técnica a algo tan emocional? “Al principio, sí. El tango es complejo, no solo por la técnica sino por el decir. Pero cuando te apasiona, no lo sentís como esfuerzo. Macu me insistió: ‘Hacelo con sentimiento, pero también con forma’. Y así fue. Tratamos de hacer algo bien presentado, respetando la tradición”.
Su respeto por los grandes es evidente. Habla con devoción de Morán, Marino, Goyeneche y Rubén Juárez, a quien vio ensayar en los años del mítico Café Homero, cuando su padre lo llevaba a los shows. “Ver a Rubén hacer variaciones con el bandoneón era impresionante. Tenía una potencia escénica increíble. Y Goyeneche… ese fraseo, ese decir único. El tango tiene esa mística: te llega al alma”.
Ricardo Belfi, entre dos mundos
Aún trabaja en su profesión original, pero mantiene un perfil bajo. “Es como si tuviera dos vidas —se ríe—. En el trabajo pocos saben que canto. No lo oculto, pero tampoco lo anuncio. En algún momento lo descubrirán por las redes, y está bien así”.
—¿Te reconocés más como cantante o como aprendiz? “Como aprendiz siempre. Estoy descubriendo cosas nuevas todos los días. Tengo 68 años y todavía siento curiosidad, ganas de aprender, de probar. Creo que mientras eso exista, uno está vivo”.
Futuro y mensaje
Belfi proyecta el lanzamiento de Haciéndome el destino para noviembre y ya sueña con escribir su primer tango propio. “Mi profesora me insiste: tenés historias, tenés que sentarte a escribir. Tal vez lo haga. Viví mucho, tengo algo para contar”.
—¿Qué te gustaría que quede de este camino? “Que alguien vea que se puede. Que nunca es tarde. Que si uno tiene un sueño, por más chico que parezca, vale la pena intentarlo. A veces no hay que decirlo: hay que hacerlo. Ese es mi mensaje”.
La artista argentina presenta Touch Me Baby, single de su nuevo álbum To Space (que verá la luz el 31 de octubre). Entre anécdotas de giras, encierros creativos en California y búsquedas personales, Sophie repasa su trayectoria desde Disney hasta Londres y revela cómo su música fusiona deseo, introspección y resiliencia.
La vida de Sophie Oliver parece un mapa lleno de giros y saltos artísticos. Desde sus primeros pasos en Cantaniños —donde con apenas 14 años obtuvo su primer Disco de Oro— hasta su paso por High School Musical: El Desafío y seis años de trabajo junto a Disney, cada etapa fue un aprendizaje. Pero lo más desafiante llegó después: animarse a ser solista, independiente y auténtica.
Hoy presenta Touch Me Baby, un single que forma parte de su nuevo disco To Space. La canción, producida por Ronnie King en California (The Offspring, Snoop Dogg, Mariah Carey) y finalizada en Buenos Aires con Gustavo Buchiniz y Agustín Della Croce, combina estética pop ochentosa, sintetizadores y una fuerte carga emocional.
—¿Cómo nació “Touch Me Baby”? “El tema surgió de la necesidad de contacto físico y emocional. Había pasado días aislada, extrañando a mi pareja, y me refugié en la memoria sensorial de esos primeros encuentros que erizan la piel. Me imaginé en una disco ochentosa, rodeada de luces y sintetizadores, deseando ese roce que anticipás y que te marca”.
Encerrada durante semanas en un rancho californiano, Sophie atravesó emociones intensas. Hubo días de inspiración desbordante y otros de encierro agobiante. “Pasaron muchas cosas: se perdió un gato, aparecieron dealers cerca, incluso hubo una muerte en la zona. Yo solo quería escribir un álbum. Al principio me sirvió estar aislada, pero después me sentía como un gato enjaulado. Necesitaba ver gente, escuchar música. Esa tensión también terminó en las letras”.
—¿Cómo fue ese proceso compositivo en el desierto? “Era la primera vez que trabajaba así. Le pasé a Ronnie una lista de canciones que me gustaban y componíamos juntos. A veces él armaba un beat de noche y yo lo escuchaba al día siguiente mientras corría por las montañas. De ahí salieron letras como Believe in You. Muchas mañanas le pedía a la montaña: ‘por favor, dame una canción’, y me la daba. También hubo momentos de enojo, que se transformaron en disparadores creativos. Toda emoción servía”.
Ese trabajo dio forma a To Space, un álbum de diez canciones que combina pop y melancolía, introspección y deseo, y que dará a luz el 31 de octubre. Aunque el título parece aludir a un viaje cósmico, en realidad habla de un recorrido interno.
—¿El disco es más introspectivo que espacial? “Totalmente. Aunque hable de ir al espacio, en realidad es un viaje hacia adentro. I’m in Control, por ejemplo, es una canción en la que le digo a mi mente que se calle, que yo estoy al mando. Y Believe in You es un recordatorio de que no importa lo que digan los demás: hay que confiar en uno mismo. Es un manifiesto personal”.
La confianza, la vulnerabilidad y la resiliencia son hilos conductores en su música. “Cada vez que muestro una canción siento que me expongo. Es fuerte, porque son letras que nacen de experiencias reales. Pero también es sanador. Cuando alguien me dice que conectó con un tema, siento que el trabajo está hecho”.
—¿Qué esperás que el público se lleve al escuchar To Space? “Espero que se lleven confianza. Que sepan que la vida es una y que lo importante es estar bien con uno mismo. No es fácil: podés tener cien comentarios positivos y quedarte pensando en el único negativo. Pero hay que entrenar la mente. Ese es el mensaje del disco”.
Sophie Oliver, entre cumbia, tango y pop
Sophie no se limita al pop. En Londres es vocalista de Brixton Cumbia Association, la única banda de cumbia argentina en la ciudad, donde interpreta clásicos noventeros y dosmileros. “Cuando llegué me probaron y les gustó. Desde hace cuatro años soy parte de la banda. Hacemos canciones románticas de Ráfaga o Karicia. Me encanta porque conecta con la comunidad latina”.
—¿Cómo convivís con esa dualidad: cumbia en Londres y pop como solista? “Para mí es un desafío hermoso. Estudié música profesional en la EMBA, tuve materias de tango y jazz, así que me gusta moverme entre géneros. Acá me conocen como la Gilda de Londres. Un músico profesional estudia todo, y me divierte probar. Canto cumbia, tango, pop… y ahora me animé a hacerlo en inglés, algo que antes me parecía imposible”.
El salto a la independencia
De proyectos colectivos a la soledad del camino propio, Sophie también aprendió a enfrentarse al vértigo.
—¿Cómo vivís el presente como artista solista? “No es fácil. Venís de un monstruo como Disney, con todo armado, y después quedás sola. Tengo cuatro Discos de Oro, pero animarme a ser independiente fue un salto al vacío. Claro que hay frustraciones, pero también mucha libertad. Cantar me llena, ya sea para diez personas o para treinta mil. La adrenalina es la misma”.
Una definición
Antes de despedirse, Sophie deja una reflexión que la define.
—Si estuvieras en el diccionario, ¿qué palabra serías? “Guerrera. Me he llevado chascos, pero también gané. Quien no arriesga, no gana. Y yo no pienso dejar de intentarlo”.
En diálogo exclusivo, Sergio Prada repasa el presente de Campedrinos: la vida en las giras, el desafío de cuidar la voz, la importancia de las canciones propias, el costado romántico que conquistó a millones en YouTube, el rol de las redes sociales y las colaboraciones con grandes referentes y artistas jóvenes.
El ritmo de Campedrinos es arrollador. Más de 80 shows en un año, miles de kilómetros de ruta y teatros llenos en cada provincia del país. Sergio Prada, una de las voces del dúo junto a Agustín Fantili, se toma un respiro para repasar el camino recorrido. Habla con la calma de quien entiende que detrás de cada escenario hay disciplina, profesionalismo y mucho aprendizaje.
—¿Cómo se sostiene un ritmo de tantos shows seguidos? “La voz es lo más difícil de sostener en la gira. Los instrumentos de última se manejan, pero la voz depende del descanso, de la hidratación, de comer bien. Nos cuidamos mucho, aunque a veces tienta el desorden. El fin de semana pasado hicimos cuatro shows seguidos y el único tiempo libre fue para dormir un par de horas. Eso hace que la voz rinda, aunque a veces uno esté engripado o cansado. Igual, la adrenalina del show te hace dar más de lo que pensabas”.
Ese profesionalismo también se refleja en la evolución artística. Si en los primeros discos apenas incluían una o dos canciones propias, hoy Bipolar—el quinto álbum de estudio de Campedrinos— tiene ocho de diez temas compuestos por ellos.
—¿Cómo fue ese paso hacia las canciones propias? “Fue algo natural. Las que quedaban en la gente eran las nuestras: Bailarina Carpera, Festivalero, Casi Algo. En este disco estábamos muy inspirados y nos animamos a mostrar casi todo material propio. Lo loco es que muchas canciones nacen en medio de la gira, en la camioneta o en un hotel. Una frase, una situación, y ya tenemos el radar prendido. ‘Casi Algo’ salió de un chiste en una juntada y terminó siendo viral en redes y grabada con Los Nocheros”.
El costado romántico es otro sello de Campedrinos. El video Zambas Románticas supera los 20 millones de vistas en YouTube y se transformó en una bandera de su repertorio.
—¿La gente los identifica más con lo romántico que con lo festivalero? “La gente lo pide siempre. No es que seamos románticos en lo personal, pero sí cantamos zambas románticas que conectan con la emoción. Igual, no nos quedamos solo ahí: también tenemos chacareras bien arriba y zambas carperas. Por eso decimos que somos románticos y festivaleros. Esa mezcla nos define”.
El impacto digital es innegable. Reconocidos por Spotify como la banda de folklore más escuchada de la plataforma, Campedrinos supera los 150 millones de reproducciones.
—¿Las redes sociales fueron clave para crecer? “Siempre nos gustó subir contenido. Muchos nos conocieron por YouTube o Spotify. Lo digital se traduce en analógico cuando en los shows la gente canta lo que se viralizó. Nos encanta porque muestra la carrera desde distintos ángulos”.
Ese ida y vuelta con el público también revela un detalle clave: la amplitud generacional.
—¿Quiénes son hoy los que más los siguen? “En los teatros vemos madres con hijos, abuelas con nietos, adolescentes y chicos. Eso rompe el mito de que el folklore es solo para la gente grande. Queremos que cruce generaciones, que sea familiar”.
Las anécdotas de gira no faltan. Sergio recuerda una en particular: “En Tucumán, en pleno invierno, el festival había empezado a la tarde y a la una de la mañana la gente seguía firme. Habían cavado un pozo en la tierra y puesto brasas para calentarse. Ese fervor es increíble y muestra la cultura popular que todavía late fuerte en el folklore”.
El camino los llevó a compartir escenarios con referentes históricos y con artistas de la nueva generación.
—¿Qué significan esas colaboraciones para ustedes? “Pudimos cumplir sueños al grabar con Jorge Rojas y Los Nocheros, con El Chaqueño Palavecino o Facundo Toro. Y también compartir con Milo J fue una locura en el Movistar Arena. Lo de Agustín Bernasconi fue inesperado: nos escribió con la idea de hacer + Zambas Románticas y dijimos de una. Quedó tremendo. Nos encanta compartir porque expande el género”.
El 6 de diciembre los espera un desafío especial: volver al Teatro Ópera de Buenos Aires.
—¿Qué significa volver al Ópera? “El año pasado fue un sueño. Ahora vamos con disco nuevo, show renovado y muchas ganas. El Ópera es un lugar increíble y sentimos que en Capital tenemos un público fuerte. Es una revancha para mostrar lo mejor de nosotros”.
Más allá de Bipolar, el grupo ya piensa en lo que viene.
—¿Habrá música nueva pronto? “Aunque lanzamos el disco este año, tenemos dos canciones grabadas que todavía no salieron. Queremos sacar al menos una antes de fin de año, en colaboración con una artista de otro género. También nos gusta la dinámica de los singles, que hoy conecta mucho con la gente”.
Antes de despedirse, Sergio se detiene en la esencia de Campedrinos: “Si estuviésemos en el diccionario, diría: banda nueva de folklore argentino, romántica y festivalera. Canciones que pueden calmarte el alma o invitarte a bailar. Ese es nuestro sonido y nuestra manera de vivir la música”.
Socios de Tijuana presenta su nuevo trabajo “Pueblo Chico”, un EP de seis canciones que explora distintos géneros y colaboraciones. En diálogo con Lucas Dalesio, guitarrista y coros, repasamos el proceso creativo, la experiencia de grabar con Blues Motel y los desafíos de hacer rock en tiempos de playlists efímeras.
Diversidad como bandera
—Escuchando Pueblo Chico pensé: acá hay una búsqueda muy puntual en cada tema. ¿Cómo eligieron esas seis canciones?
Lucas sonríe y recuerda que tenían una lista más larga. “Venimos tocando hace años, había canciones que quedaron afuera de otros discos. Esta vez buscamos diversidad. Queríamos que cada tema tuviera un género marcado: hay funk, punk, boogie, folk. Aunque siempre predomina el rock and roll, que nos guía como identidad”, explica el guitarrista de Socios de Tijuana.
El músico aclara que la decisión de grabar seis temas fue práctica: “Un disco de diez o quince canciones requiere presupuesto y organización. Preferimos cerrar en un número que se sintiera compacto y a la vez tuviera aire para sorprender”.
Una colaboración soñada
—¿Y cómo surgió la participación de Gaba Díaz de Blues Motel en “Lo llevo puesto”?
“Fue un lujo”, admite. Se conocieron en un show en Lucille y la relación quedó abierta. “Blues Motel es una banda legendaria para nosotros. Lo invitamos y aceptó. No solo grabó, también propuso cambios de palabras, interpretó la letra con su impronta. Eso abre un espectro distinto. Por eso esa canción es de mis favoritas”.
Letras entre la vida y la ficción
—En cuanto a la lírica, ¿cuánto hay de experiencia y cuánto de ficción?
Lucas responde que la mayoría nace de historias compartidas entre amigos: viajes, deportes, anécdotas escolares. “Siempre hay un detonante real, pero le sumamos condimentos. Lo importante es dejar abierta la interpretación: cada oyente puede apropiarse de la canción y darle su propio sentido”.
El guitarrista sostiene que ahí está “la magia de la música: que alguien sienta que le habla directamente, aunque uno haya escrito otra cosa”.
El rock frente a la era digital
En medio de la charla, Lucas reconoce que hoy los discos se consumen distinto: “Nosotros crecimos comprando CDs y escuchándolos de punta a punta. Ahora competís contra un YouTuber o un tutorial. Tenés que adaptarte, sin traicionar tu esencia. Es un desafío, pero también una oportunidad de llegar a más gente”.
Han recibido mensajes desde México y otros países gracias a las plataformas digitales. “Antes era impensado. Ahora subís un video a YouTube y alguien en otro continente te descubre. Es el doble filo de la democracia digital”.
Grabación, disciplina y crecimiento
—¿En qué sienten que más crecieron desde los primeros discos?
“Cada grabación es un aprendizaje”, asegura Lucas. Socios de Tijuana ensaya tres veces por semana, lo que les da solidez técnica. En este último trabajo decidieron trabajar más en estudio y profundizar en cada género. “El anterior lo grabamos en vivo, este fue más de laboratorio. Nos hizo crecer como músicos. Y además, hace casi dos años que estamos con la misma formación, eso se nota en la química en vivo”.
Lo que viene: shows y cruces generacionales
La banda prepara el show de presentación oficial en Club Cultural Bula, Almagro, el 8 de noviembre. Habrá invitados y algunas sorpresas. Además, nos adelantó que compartirán escenario con Ratones Paranoicos. “Es un sueño. Admiramos a Juanse y a toda la banda. Ver cómo trabajan, cómo manejan el escenario, es una clase magistral”, dice Lucas.
Laberintos y canciones favoritas
El nuevo material de Socios de Tijuana incluye “Laberinto mental”, una canción que refleja las encrucijadas de la vida. “Todos pasamos por esos bloqueos, ya sea en lo personal o en lo creativo. Hoy me siento sin laberintos, pero mañana no sé. Así es la vida”, admite.
—Si tuvieras que recomendar solo una canción para enganchar al público, ¿cuál elegirías?
Lucas duda, y al final nombra dos: “Lo llevo puesto”, que es la colaboración con Gaba y “Te di mi amor”, un rock and roll que en vivo enciende a la gente. “Ahí pasa algo distinto, la conexión es inmediata”.
Identidad y eclecticismo
Cuando se le pregunta qué diría de Socios de Tijuana en una definición breve, no duda: “Somos una banda de rock and roll argentina y de amigos. Venimos del sur del conurbano y nos conocemos de toda la vida”.
En cuanto a gustos, asegura que las plataformas ampliaron su espectro musical: “Escucho desde Clapton hasta britpop como Oasis o The Smiths, incluso electrónica. Todo se filtra en algún arreglo. Hoy la música se mezcla más y eso nos nutre”.
El artista integral que combina música, diseño, actuación y dirección creativa habla de su alter ego, de cómo concibe la creación artística y de los desafíos de ser independiente. En esta entrevista, Akirey (Jorge Rey) se muestra sin filtros: entre la poesía, el control y la libertad.
Un nombre con juego de palabras y luz
El inicio de la charla no podía ser otro que el nombre. ¿De dónde surge Akirey? Jorge sonríe antes de responder:
—Akirey es un alter ego que se mezcla con Jorge Rey. Akira significa iluminado y Rey es mi apellido. Entonces fue como un juego de palabras: Aquí Rey. Me pareció divertido, más fantasía, más libre que el peso de Jorge.
Aunque Akirey ya era reconocido en el teatro musical y en la moda, su incursión en la música fue natural.
—Siempre me gustó la música para los desfiles, para contar cosas, para diseñar. Fue orgánico, nació del sentimiento. Escribir canciones se volvió otra forma de narrar mi mundo.
Además cuenta que sus letras se visten de experiencia, aunque a veces las disfraza rítmicamente: “Uno no puede mentir, escribo desde lo que viví”.
Akirey, un artista integral
El sonido: tango, rock y sintetizadores
En su universo musical conviven tango, pop, rock, violines, guitarras eléctricas y sintetizadores.
—Es una mezcla que representa mi identidad. Me gusta experimentar, tomar pequeñas cosas de cada lugar y crear una narrativa. Todo está prácticamente inventado, así que la clave es cómo lo contamos.
Para Akirey, la narrativa es central: la utiliza tanto en sus colecciones de moda como en la música y los videoclips, que él mismo produce junto a un equipo reducido.
Independencia y trabajo colectivo
Aunque sus videos parecen grandes producciones, en realidad surgen de la pasión y la autogestión.
—Todavía no tengo sello. Soy independiente en todo. Lo hago con mi equipo, que son tres personas, y con amigos creativos que creen en el proyecto. Es mucho amor y mucho trabajo.
Asegura que esa independencia lo obliga a multiplicar esfuerzos: “Mis amigos me dicen: Jorge, ´dejá de trabajar tanto´. Pero crear es mi vida. No puedo escapar de esta forma de ser”.
Entre el control y la improvisación
Cuando se le pregunta si busca controlar cada detalle, Akirey se detiene y reflexiona:
—Uno cree que maneja el guion, pero el que maneja el guion es la vida. Lo importante es perder el control en vivo, sentir la adrenalina.
En esa pérdida de control, dice, está la experiencia más genuina del arte.
Preparación para el escenario
Aunque aún no estrenó un show propio, lleva más de dos años ensayando. Su idea de espectáculo es conceptual, integral, con música, vestuario y visuales entrelazados.
—Ensayo tres veces por semana. Quiero estar listo para el día en que alguien me diga: “Jorge, mañana hay show”. La suerte llega cuando estás preparado.
Influencias y apertura musical
Creció escuchando desde Sandro y Cacho Castaña hasta Miranda, pasando por cuarteto y cumbia santafesina. Esa diversidad, dice, marcó su búsqueda:
—Hoy la gente escucha de todo. Eso es genial porque abre la cabeza y permite experimentar con fusiones.
Recuerda cómo de chico escuchaba en bucle un disco de Miranda en Rufino, su pueblo, y cómo hoy sigue nutriéndose de sonidos de distintos países y culturas.
Lo que lo conmueve
Cuando se le pregunta qué lo moviliza profundamente, responde sin dudar:
—Decir adiós. Me conmueve mucho despedirme: de personas, de versiones de mí mismo. Decir adiós es aceptar que nada es eterno, salvo el recuerdo que dejamos en otros.
Ese concepto atraviesa incluso su próxima canción, que habla del adiós y de la esperanza de volver a encontrarse.
Disciplina y cuidado de la voz
Akirey entrena a diario, al aire libre, y toma clases de canto con un coach.
—Tengo una voz fuerte y a veces debo controlarla. Practico mucho porque quiero que el show sea impecable. Entrenar me da fuerza, oxígeno e ideas.
Un disco conceptual en gestación
Actualmente, trabaja en su segundo álbum, un proyecto que define como conceptual.
—Sale en singles porque no terminé de juntarlo todo, pero tengo claro lo que quiero contar. Estoy feliz con las canciones y los videoclips. Quizás cambie el nombre, porque el arte es dinámico, evoluciona conmigo.
La banda catamarqueña cumple 15 años de trayectoria y se prepara para un show clave en La Trastienda, este viernes 16 de mayo. En una charla distendida, repasaron los comienzos, la elección de su nombre disruptivo y cómo logran sostener la unidad del grupo.
Por Daniel Accornero
El grupo folclórico Carafea cumple 15 años de carrera y se encuentra en un momento de madurez artística. Con una fuerte identidad sonora que escapa a los estereotipos del género, los músicos catamarqueños se preparan para un show en Buenos Aires, una plaza desafiante para las bandas del interior. En una entrevista íntima, hablaron sobre el origen de su nombre, los prejuicios del público, la convivencia interna y su deseo de mantenerse genuinos.
“Al principio la gente no sabía qué éramos. Algunos pensaban que era una banda de rock o de reggae, otros que hacíamos teatro. No aparecíamos en las tapas, solo el logo, y eso generaba confusión”, contaron.
El nombre Carafea surgió de una broma entre amigos, cuando se filmaban en los ensayos con una cámara digital y se reían de sus gestos y expresiones. “Era un estado, un momento de liberación. Y así se quedó. Hoy para nosotros es más que un nombre: es una forma de vivir la música”, señalan al unísono los miembros de la banda: Rafael Salas (voz y guitarra), Enzo Zelarayán (bajo y coros), Pablo Reinoso (batería) y Chino Décima (guitarra y coros) en una entrevista por zoom con Pogo de Rock.
Un proyecto sin etiquetas
Aunque su raíz es netamente folclórica, Carafea ha sabido conectar con públicos diversos. “Tenemos amigos en el cuarteto, en el rock, y no estamos cerrados a nada. Nos gusta esa libertad de explorar y compartir”, explicaron.
“Desde el inicio sabíamos qué no queríamos, como ponerle un artículo al nombre, que es algo común en el folclore. Queríamos algo distinto, y que perdure. Hoy seguimos siendo los mismos de hace 15 años”.
El desafío de tocar en Buenos Aires
El grupo se presentará en La Trastienda, un espacio histórico de la escena porteña. “Es movilizante traer toda nuestra estructura desde Catamarca. No vamos por la plata, sino por la experiencia, por el encuentro con la gente que nos sigue en redes y que nos pide que llevemos nuestra música allá”.
Con nuevas incorporaciones técnicas y una puesta renovada, Carafea apuesta a un show que combine sus raíces con una mirada contemporánea: “Estamos pasando un gran momento, y este recital en Buenos Aires es un paso más en ese camino. Queremos escribir una página dentro de la música folclórica argentina, sin perder nuestra esencia”.
—Después de 15 años como grupo, ¿cómo sienten el presente de la banda? —Con mucha madurez, tanto musical como de convivencia entre nosotros. Buenos Aires siempre fue un lugar donde quisimos llevar nuestra música, mutarla un poco, escribir nuevas páginas. Y pensamos que era el lugar indicado para arrancar este festejo. Tenemos muchos amigos y colegas que nos hablaban maravillas de La Trastienda, nos sedujo la idea y se fue dando todo: los 15 años, la madurez, las ganas de festejar. Ya estamos armando fechas posteriores, pero sin dudas el 16 de mayo va a ser una noche especial.
—¿Cómo arman el setlist para un show tan importante? —Siempre es un debate (risas). Por suerte tenemos muchas canciones en los tres discos, y la gente nos pide mucho temas del primero y segundo. Incluso ya los tenemos incluidos en el show actual. Seguramente vamos a tener algunos invitados también. Va a ser una linda noche desde las canciones, y esperamos que la gente la pase hermoso.
—¿Les hacen arreglos nuevos a los temas viejos para tocarlos en vivo? —Sí, siempre tratamos de darle un refresco a cada canción. Pero también respetamos lo que la gente ya tiene en el oído. No nos alejamos demasiado porque sabemos que eso es lo que muchos vienen a buscar. Tratamos de mantener la esencia, pero con un aire nuevo.
—¿El proceso compositivo cambió con los años? —Sí, tuvo una madurez como te decía antes. Siempre con la esencia del folclore que amamos y con el que nos formamos. En estos años hemos adquirido mucha música, viajando, descubriendo artistas. Eso nos abrió la cabeza y nos dio herramientas para nuevas creaciones. Tenemos una identidad: el power de la banda al cantar y el matiz de mi voz que a la gente le gusta. Esa combinación genera una mixtura que nos representa.
—¿Y qué lugar ocupan las vivencias personales en las letras? —Estoy aprendiendo a escribir mis propias canciones. Tengo muchas cosas para decir, porque amamos nuestra tierra, nuestros paisajes, la gastronomía, nuestras familias. Es un proceso nuevo para mí, y lo estoy atravesando con respeto. Canto canciones de otros con admiración, y si algún día saco las mías, quiero que sean igual de sentidas.
—¿Sienten que Catamarca está poco representada en el folclore nacional? —Sí, lo charlamos esta semana con varios colegas. Por eso le pusimos “Catamarca” a nuestro último disco. Queremos que nuestra provincia tenga su lugar, como lo tienen Santiago o Salta. Hay mucha música hermosa acá, de compositores históricos y actuales. Un 80% del repertorio del último disco es de autores catamarqueños. Queremos que esas canciones sean conocidas, como en su momento lo fue “Zamba para olvidarte”.
—¿Cómo ven el presente del folclore en esta era de consumo rápido y redes sociales? —Todo cambió. Antes una consagración en un festival te garantizaba laburo, ahora no tanto. La información llega más rápido, pero también se olvida más rápido. Por eso hay que adaptarse: sumar gente al equipo, generar contenido visual, estar presentes en redes como Instagram y TikTok. Aprendimos que hay que disfrutar el proceso, invertir tiempo y plata, hacerlo con seriedad y con amor.
—¿Cómo fue la experiencia de hacer colaboraciones con otros artistas? —Muy positiva. Aprendimos mucho. Hicimos un feat con Lázaro Caballero en Catamarca que explotó en redes, casi 10 millones de visitas. Después vinieron otros con el Indio Lucio Rojas, Los Nocheros, Canto 4, Gaby Morales, Cristian Herrera… Siempre con respeto y admiración mutua. Muchos de ellos también están aprendiendo esta nueva dinámica, como nosotros.
—¿Notan que el público joven es más abierto a distintos géneros musicales? —Sí, totalmente. Antes éramos más cerrados, como la sociedad. Ahora la gente escucha de todo: folclore, rock, pop. En los festivales conviven muchos estilos, y eso está buenísimo. La música une, y mientras más puertas abramos, mejor.
Carafea se presentará el próximo viernes 16 de mayo en La Trastienda, ubicada en Balcarce 460, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el marco de su gira por los 15 años de trayectoria. Las entradas están disponibles a través de TuEntrada.com y en la boletería del lugar. Será una noche especial donde la banda repasará sus grandes canciones y mostrará lo nuevo de su propuesta folclórica con identidad propia. Una oportunidad única para disfrutar del folclore catamarqueño con sonido actual y espíritu colectivo.
Con un show arrollador y una propuesta tan potente como comprometida, ELNUEVEONCE se consagró ganador de la final del Wacken Metal Battle Argentina 2025, celebrada el domingo 13 de abril en El Teatrito. El certamen, que convoca a lo mejor del metal emergente del país, les otorgó un lugar en la final internacional que se realizará los días 30 y 31 de julio en Alemania, en el legendario Wacken Open Air, el festival más importante del género a nivel mundial.
La instancia nacional reunió a ocho bandas de distintos puntos del país: Arpeghy, Descarnado, Eterna Agonía, Metaluria, Monte Palomar, MAR, Templo del Humo y los propios ELNUEVEONCE, que se destacaron con un set demoledor y una identidad musical marcada por el groove y el metalcore, con letras de fuerte contenido social.
En medio de ese envión, la banda se prepara para un nuevo hito:el domingo 27 de abril a las 19 h tocarán en Niceto Club, donde presentarán oficialmente su disco autotitulado y repasarán lo más destacado de su discografía. La fecha contará también con la participación de Génova y Hacia el Ocaso como bandas invitadas.
Formado por Nazareno Antolini (voz), Gonzalo Nicolás Gallo (guitarra), Franco Barroso (bajo) y Silvana Colagiovanni (batería), ELNUEVEONCE atraviesa una etapa de consolidación, proyección y energía. En plena euforia post-victoria y con los preparativos del show en marcha, charlamos con Naza y Fran para conocer más sobre este presente tan intenso.
Estuve escuchando el disco y después hablaremos de eso, pero primero, ¿están ensayando para Niceto, no?
ELNUEVEONCE: Sí, para Niceto y para todo lo que viene. Antes de eso, hacemos una listening party o fiesta de presentación oficial del disco con los fans, porque creemos mucho en el sentido comunitario de los shows y la presencialidad. Además, tocamos con The Amity Affliction en Uniclub y en Santa Fe. Así que los pasos previos al 27 son un ejercicio bastante movido.
Se podría decir que ensayan en vivo, entonces…
ELNUEVEONCE: Estamos ensayando un montón igual. Somos una banda que ensaya mucho, y ahora más con todos estos temas que estamos conociendo en formato de tocada y ensamble. Somos más bichos de estudio cuando componemos, pero ahora los temas los estamos descubriendo en vivo.
¿Cómo fue el proceso compositivo para este disco?
Fran: Primero nos sentamos a hablar de hacia dónde queríamos ir. El disco anterior fue más experimental y esta vez quisimos encauzar más la identidad de El Nueve Once. En el estudio, Gonzalo y yo hicimos mucho trabajo en los temas, viendo cómo darles ese estilo musical que queríamos. Naza, con todo su conocimiento musical, nos ayudó mucho en la dirección a seguir. Además, en la mitad del proceso perdimos a nuestro amigo Nikko Taranto dentro de la banda y eso afectó el ánimo y el sonido de los temas, que se volvieron más oscuros, casi como un duelo.
Las letras también tienen una gran variedad de temáticas. ¿Cómo fue ese trabajo?
Naza: Creo que desde «Amuletos» hasta este nuevo disco hubo una evolución. Al principio el post-hardcore que hacíamos trataba problemáticas más individuales, y ahora quisimos expandir el contraste entre lo personal y lo colectivo. Las letras hablan del vínculo con la pareja, los amigos, la relación con uno mismo, las redes sociales, la relación con el cuerpo, el deseo, la sexualidad, la muerte… Muchas temáticas que son parte de la coyuntura actual. También hay una gran cantidad de preguntas en el aire, porque vivimos en un cambio de paradigma donde la gente tiene más preguntas que certezas.
En este contexto de cambios y preguntas, ¿piensan en el compromiso social a la hora de escribir las letras?
Naza: Para mí, los artistas son un reflejo de su época. Absorben lo que pasa en su contexto y lo comunican a través de su arte. En nuestro caso, buscamos que la música y las letras transmitan emociones profundas y abran conversaciones incómodas. Sentimos que el ELNUEVEONCE es ese llamado de emergencia que tiene que atender la cultura, la música y el arte.
Leyendo comentarios en YouTube, cada persona tiene su tema favorito. Parece que cada canción genera un impacto distinto en la gente. ¿Eso fue intencional?
Fran: Sí, cada tema es un universo diferente. Hubo una selección cuidada de los temas, dejando muchos afuera. Cada uno tiene un clima específico y una función dentro del disco. Por ejemplo, «Primaveras» tiene una participación especial de Barbie (Williams) de Siamés porque queríamos ese timbre específico. Además, buscamos que las melodías sean memorables y que haya un gancho, un riff o una letra que se pegue.
En la actualidad, el metal compite con otros géneros, especialmente el urbano. ¿Cómo ven esa evolución?
Naza: Hoy las nuevas generaciones consumen muchos géneros distintos. Antes, si eras metalero, escuchabas solo metal. Ahora, alguien que escucha trap también puede escuchar metal sin problemas. Esto nos obliga a captar la atención rápidamente. Creo que el metal está volviendo a un enfoque más cancionero y menos hermético.
En los festivales también se ve esa apertura. Antes había rechazo entre los distintos públicos, ahora conviven más...
Fran: Totalmente. Antes, si en un festival de rock ponías una banda de pop, la gente la abucheaba. Ahora, si no te gusta, simplemente te vas. Creo que eso es un avance. Al mismo tiempo, como banda, nos desafía a conectar con un público más diverso y eso eleva nuestro nivel.
Tienen un sonido que combina varios géneros, lo que les permite llegar a distintos tipos de oyentes…
Naza: Sí, estamos en un punto intermedio. No somos ni un metal extremo ni una banda de rock convencional. Por eso captamos público de distintos estilos. La clave es la autenticidad y la energía en vivo. La gente, aunque no sea fan del metal, nos dice que le gusta la vibra de la banda. Nos comparan con Pantera, con Disturbed, y para nosotros es un orgullo.
Y además, hoy con internet, pueden llegar a cualquier parte del mundo…
Naza: Exacto. Hace poco un amigo me reenvió un audio de un grupo de WhatsApp en el que alguien en España decía «escuché el disco de esta banda y no hay una sola canción de relleno». Eso para nosotros es un orgullo, porque significa que cada tema tiene su peso y no hay desperdicio.
¿El desafío ahora es mantener ese nivel y seguir creciendo?
Fran: Sin dudas. Estamos en un momento clave y seguimos apostando a nuestra música con la misma pasión de siempre. Hace poco un amigo mío del barrio me reenvió un audio de un grupo que tiene con amigos que un chavo que estaba en España le dijo: «Escuché el disco de esta banda, me pareció un sugerido, se los paso, era ELNUEVEONCE, y el tipo decía no hay una sola canción de relleno». Y para mí eso fue un orgullo que alguien de afuera que yo no conozco nos diga «no hay una sola canción de relleno». Claro, porque lo que nosotros hacemos cuando empezamos a hacer una canción es tener muy poco tiempo para captar la atención de esa persona. Ya sea en el hook, cómo arranca la canción, cuánto tarda en ir al estribillo. Entonces, por ahí lo que nos pasaba con el metal hace 20 años atrás es que había algo del metal que te hacía estar a la expectativa de con qué te iba a sorprender el metal. En los estribillos, en los gritos, en el breakdown, en lo que fuera que quieras decirle, lo llamativo que tenía el género. Y creo que estamos volviendo a un metal más cancionero en el sentido, no lo digo por nosotros, sino en general, porque está buscando ser más mainstream el metal de nuevo. Inconscientemente o conscientemente, no lo digo a propósito, como que el rock, el metal, el hardcore, el punk, la música pesada está buscando ir de nuevo hacia el mainstream. Pues está aggiornando para mí a las nuevas generaciones. Que reclaman otra cosa, que piden otra cosa, ¿no? O que están acostumbrados. Nosotros consumíamos música, la teníamos que comprar y entonces la consumíamos, como te digo. En los 80 nos juntábamos a escuchar un disco o un CD, o un cassette grabando. Todavía le seguimos diciendo disco. Nosotros le decimos disco. Nosotros le decimos single. Es como la misma situación, pero nada, no hay más discos. Es así.
Naza: Sí, yo creo que… También por el estilo de música que hacemos que tampoco es ni un extremo metal ni tampoco estamos muy rockeros. Entonces estamos ahí en un híbrido donde quizás a veces es más positivo porque captamos gente de muchos lados y por otro lado quizás en un festi muy metalero no encajamos mucho y en el Quilmes estamos también ahí que bueno, yo igual eso siempre lo vi como algo positivo pero bueno, es algo difícil también. Yo por lo menos lo que opino como desafío en ese sentido es que la gente, como decías vos Daniel, está más abierta a escuchar distintos géneros y yo creo, como dirían la gente joven, que si les gusta la vibra de la banda, la energía que transmite, si sienten que es algo genuino, no importa si es Mujer Zebra, si es… No importa, yo creo que la gente está más abierta a escuchar distintos géneros y yo creo, como dirían la gente joven, si es… Si es… ¿Cómo se llama? Conociendo Rusia o si es el ELNUEVEONCE, si les copa la banda, te van a bancar. Y siento que ELNUEVEONCE, un poco acá nos voy a tirar flores, tiene como una energía en vivo muy especial que no tiene que ver solo con el metal sino como la actitud que tiene cada uno en la banda y eso a la gente, al público más grande del metal como al público más joven se acercan a decirnos. Pero los más grandes nos dicen que por ahí no sería una banda que escucharían en el día a día pero que les flashea lo que ven en vivo. Hay gente que me dijeron: «Me hacía acordar al cantante de Disturbed, me hacía acordar al de Pantera», para mí es un orgullo que me digan eso, que alguien flashee con cómo soy como frontman. Pero sobre todo porque nosotros como metaleros, aunque después haya gente que le parezca más o menos metal, primero somos fans, y entendemos también que el fan puede venir de distintos lados. Un fan que escucha urbano, un fan que viene del nu metal, un fan que viene del alternativo, del indie, y sentimos que el 9-11, sin querer queriendo, porque es la música que nos gusta hacer, está un poco en todo ese híbrido extraño.
El artista quiere hacer el sonido, como vos decías, las subcapas y todos los arreglos. Y claro, pero hay veces, yo lo pongo acá con los parlantes, pero el 90% de la gente lo escucha en un teléfono. Digo, ¿cómo lo ve el artista? Porque todo lo que gasta, el tiempo, el talento, después mucha gente lo perciba a través de un celular…
Fran: Yo acá voy a decir dos cosas. Una, es que aunque lo buscamos en un lugar super pro, después yo lo escucho con mis auriculares más sencillitos, chinos, bluetooth, y auriculares de cable. Y lo otro, recién mientras lo ibas diciendo me imaginaba en los Juegos Olímpicos cuando corren, la analogía esta o la comparación esta de basta con muy poco para hacer la diferencia. Aunque sea imperceptible, o para mucha gente sea imperceptible, esas capas están ahí y generan algo de dimensión que aunque no las entiendas del todo, o no la estés dilucidando todo lo que está pasando, hay algo que te genera confort. Todas las armonías, las voces, los coros, los sintes, el de fondo, las texturas, no es metal que es solamente un riff. Así que para mí esa es la diferencia que hace cuando ves la foto de los que corren en carrera por postas y es el pie que por medio pie gana uno de los olímpicos, es eso. No porque le estemos ganando a otra persona, es como la carrera contra nosotros mismos.
—Si ELNUEVEONCE estuviese en el diccionario, ¿qué acepción tendría?
Fran: Esta es para vos, Naza.
Naza: Ok, pensé que ibas a contestar vos. Ok, yo creo que es una banda, un llamado de emergencia, artivismo. Es como imagino cuando se describe en frases cortas en el diccionario lo que puede ser algo.